jueves, 31 de julio de 2008

Para recordar a Alejandro Aura

Apenas hace un par de horas me enteré del fallecimiento de Alejandro Aura. Él, ciertamente, no es un poeta, un dramaturgo, un cuentista o ensayista imprescindible, pero la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX no podría entenderse sin él como gran animador. En su poesía se respira, se pasea, se juega y se descubre a una ciudad de México fecundada por los anhelos vitales de sus ciudadanos; es un creador que supo hacer del juego y del humor su más grande arma.

Se nos salieron las lágrimas
cuando vimos sucio
lo blanco de nuestros ojos.

¿Qué transparencia queda ahora
para mirar el amor?

¿Cómo he de llegar
llorando mugre
a las sábanas blancas
de mi amada?

Yo me robé un par de versos suyos, hace algunos años, para promocionar un concurso de poesía con el que pretendí hacer más dulce la pelambre de mi pueblo. Hoy sé que no lo conseguí, pero el esfuerzo valió la pena: alguna cana se habrá liberado, fingiéndose pelo de tigre por los aires, y habrá devuelto su humedad a nuestra sonrisa.
Vale la pena leer los poemas de Aura en los que el amor platónico se descobija y, en la friolera, salen a relucir los más íntimos sudores.

Querida Ninón Sevilla:
quiero decirte que después de todo no ha sido tan difícil vivir
como me parecía en aquellas tardes de domingo en el cine Lux;
claro que mi abuela no me enseñó a quererte
sino todo lo contrario
pero mi educación fue tan tonta que mejor sigo puesto en tus trajes de rumba
y en esa especie de turbante que le dio a mi vida, no sé por qué, la noción de la soledad.
Tarde o temprano se mueve el corazón por propio impulso
y va a dar derechito a su verdadero amor.

Porque nadie, Ninón, sabía moverse como tú; que lo digan mis ojos.
De nada me serviría ahora recordar los nombres de los nefastos galanes
que rodeaban las pistas en donde tú, en horas y horas de rodaje, tejiste la tela de araña donde cayó mi gusto para siempre;
ellos qué, ya se deben de haber muerto, o secado,
y nadie puede seguir cogiendo más allá de la muerte, Ninón.
Ahora que ya todo es fácil
no veo por qué callar los alaridos de mis recuerdos;
yo no volveré a vivir, ni tú tampoco,
de manera que es bueno lo que digo.

Tú eres lo que permanece,
en tus caderas tan movibles está puesta toda la eternidad que yo pueda manejar;
y el amor y el desamor a mi abuela,
y el amor y el desamor a mi padre y a mi madre,
y el amor y el desamor a mis mujeres
y el amor y el desamor a mis hijos
han estado marcados por la forma en que tú movías las nalgas, Ninón,
feliz de ser así,
y ajena por completo a esa marca de agua que imprimías en el alma sin chiste de un niño flaquito de la colonia San Rafael.
Bebe tus lágrimas
Alejandro.

Ayer, treinta de julio, Alejandro Aura no escribió más en su blog personal, en el que estuvo duro y dale contra el cáncer, "tú no me vences, yo te cojo", perpetuando sus teclazos contra una pantalla y contra mi librero.

martes, 29 de julio de 2008

Julio Galán imposible

por Magali Tercero
(publicado en "Laberinto",
suplemento cultural de Milenio Diario)

Existe un Julio Galán imposible fijado para siempre en la imagen fotográfica donde, aún bello y joven, abraza a un muñeco-niño un instante antes de besarlo en la boca. Graciela Iturbide es la autora de esta fotografía abierta y sutilmente transgresora a la vez, donde, para quienes conocen la obra del pintor, pareciera revelarse una de las identidades centrales de este solitario hijo de Múzquiz, Coahuila, nacido en 1958 y tempranamente proyectado como un artista único en la internacional escena neoyorquina de los ochenta. En sus cuadros los muñecos, que casi eran sus hijos (Morelio era el preferido), protagonizan, repitamos el adjetivo, imposibles cenas o elegantes bailes. Por ellos, nosotros, los que nos apasionamos con el Julio Galán de genial intuición artística, con el Julio Galán conocedor de la pintura clásica, el arte popular y el barroco mexicano, por ellos, por sus muñecos, por sus pájaros atrapados, por sus cristos desolados acudiendo a otros cristos, por sus autorretratos, por sus niños de traje rojo y por sus signos secretos, nosotros, los admiradores sin remedio del Julio Galán de refinada técnica pictórica y valientes soluciones plásticas, sabemos de su infancia siempre presente, de su dulce, sinuosa, abigarrada, cruel manera de atravesar los inclementes paisajes, así parecía verlos, de la vida real.


¿Quién era Julio Galán? Obra y personaje se fundieron todo el tiempo, e incluso durante sus noches solitarias Galán vestía disfraces de su invención y hacía desfiles de modas para los cientos de muñecos de la colección adquirida con los anticuarios de Monterrey, Guadalajara, París y Nueva York. “Mi obra es un psicoanálisis”, dijo alguna vez, “refleja mi interior, es como un eco del pasado en mi memoria. También revela mis pensamientos secretos, mis deseos, mis miedos, el dolor y la muerte. El medio de la pintura me dio todas las posibilidades para explorar mi propia identidad, de seguir el anhelo existencial de reencontrarme conmigo mismo”.



“Era mucha la violencia”



Tal vez porque al final máscaras y disfraces terminan mostrándolo todo, no falta quien hable calurosamente sobre un “Julio” entrañable, casi amigo, como ocurre en algunos blogs o en el propio recinto de la exhibición donde, hace poco, una empleada preguntaba si se había terminado el catálogo de “Julio” sobre la retrospectiva itinerante del Antiguo Colegio de San Ildefonso organizada como homenaje póstumo por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO). Pero, volviendo a la infancia, en una entrevista de Silvia Cherem contenida en el catálogo, Galán se muestra elocuente respecto a su niñez marcada por un padre a quien llegó a detestar y una madre maltratada, incapaz de expresar amor. “Era mucha la violencia, la traición y el desamor” vividos en el pequeño pueblo norteño donde estuvo hasta los diez años, y donde él se sintió abusado no físicamente sino “del coco”. Cuenta cómo la madre solía jugar a disfrazarse, a ponerse innumerables joyas. Por eso, tal vez, “me gusta ser otras personas, inventar historias e imaginar que no soy yo”. Del abuelo materno, cuenta, heredó el amor por las antigüedades y por lo bello. Y así continúa, refiriendo los sucesos que alimentaron su efervescente, tortuosa, anhelante y dolida imaginación.


En su caso obra y vida son, más evidentemente que en otros artistas, una sola pieza extraordinariamente pulida. Cada cuadro era, así lo pensaba, un capítulo de su vida. En el catálogo su promotor y galerista en Monterrey, Guillermo Sepúlveda, curador de la muestra, cuenta cómo Julio (sí, “Julio”) estalló en llanto después de mostrarle sus primeras obras, a los 19 años. Luego llenaba el vacío pintando otra tela. No bien escribo esto, al teatro de la memoria acuden imágenes de esa madre involuntariamente coautora de su obra, a saber: 1) La madre vestida de china poblana, inmensa y casi majestuosa, junto a un ratón minúsculo en ¡Quién te manda! 2) Un niño abrazando a la madre distante, con garras en lugar de manos, rehusando a corresponderle. Galán se fue a Nueva York en 1984. Ahí le llevó un retrato de su hermana a la diseñadora del vestido usado por la modelo. La mujer compró la obra y muy pronto lo presentó con Andy Warhol, Julian Schnabel y Francesco Clemente, entre otros artistas. La galerista Annina Nosei transformó su vida difundiendo su obra, así como el coleccionista y crítico Francesco Pellizi. Murió el 4 de agosto de 2006, debido a un derrame cerebral. Tenía casi 48 años.

jueves, 24 de julio de 2008

"Naufragios", de Jesús Barquet

Entre las habilidades de Tomás Ramos una de la que me aprovecho es que sabe distinguir la buena poesía. Hace unos días nos animó para conocer a Jesús Barquet y sus poemas, siendo oportunidad inmejorable la presentación de uno de sus libros en la Biblioteca Cepeda Peraza, de Mérida, Yuc. Aquella noche pudimos platicar con Barquet y compartir su amor por Pessoa, su sensibilidad y su sencillez, además de adquirir el libro. Jesús Barquet es un catedrático y poeta cubano, radicado en Las Cruces, Nvo. México, cogeneracional de Reinaldo Arenas y otros intelectuales que hubieron de salir de su patria en la década de los ochenta.
En charla de sobremesa, Tomás nos ha insistido en el placer que le brindó el libro de Barquet titulado Naufragios y, con un golpe de suerte, me lo he encontrado en la red.

http://www.palabravirtual.com/pdf/naufragios_barquet.pdf

Aquí un fragmento:


La noche es lo mejor de New México.
Aventaja al ocaso por su mayor duración
y porque, borrándose ella,
no necesito yo borrarla,
borrarme.

lunes, 21 de julio de 2008

Presentación, HOY

Una probadita:




(EN LA CALLE DE DONCELES)

Al reverso del sol
como perderse al fin
y escuchar el decir de campanadas,
llego a la calle de los libros
(embocadura del día)
las tiendas desmantelan su luz.

En mi camino, cruce de sombras,
una reunión de pirámides no avanza.
Busco la serpiente,
lengua que despierta entre líneas,
leo versos:
veo mis manos abriendo la hierba;
busco el tiempo que desciende
sobre cráneos y rocas
por el blanco
' y su talud
escalonado en la página,
busco
lo que alimenta al campo,
a la sangre encerrada.

Leo versos:
veo mis dedos siguiendo su rastro.
En silencio
leo mi rostro en su trazo.

Raíz de otra noche este día.

Salgo de la tienda con un libro.
Hay viento:
un conjunto de árboles me calla.

jueves, 17 de julio de 2008

Vida, toma mi mano

Omar Lara (Chile, 1941)

Vida, toma mi mano
Mi mano no más grande que la pena de esta noche
Cuando me levanto a las dos de la mañana
Para decirte vida toma mi mano
Mi mano no muy dueña de sí cuando escribe que la tomes
Mi mano más torpe que nunca camino de tu noche
Pues no sabe cuánto exactamente durará la noche.

Me pregunto si es una noche de treinta años
Es decir, de hasta siempre, eso me he dicho
Cuestión que mi mano no sabe o no quiere saber
Cuando se entrega ciega camino de tu noche
Y que no sabe, pobre, si alcanzará a llegar
Toma mi mano, infinita memoria,
Ella ignora que sollozo cuando le impongo esta sentencia
Ella no sabe que la traje a la fuerza a esta pantalla de hielo
Cuando me deshice del sueño y me dije
Que no puedo partir sin decir estas cosas.

Que no puedo partir.
A esa hora del sueño, a esta hora del sueño no siempre
Queda claro hacia donde partimos
Y ya no habrá treinta años
Para la maldición y los retornos.
Toma mi mano.
En esta madrugada cayeron sobre ella unas gotas de lluvia
Y ayer acariciaron unas hojas de coigüe
Y otra vez, lo recuerdo
Sostuvieron un cuerpo que temblaba de pena.

Toma mi mano, vida,
Que una noche terrible escribiera
La jugada maestra de la desolación
Y de la devoción, seamos justos.

Toma mi mano, adorable memoria
Como tomé tus ojos una tarde de junio.
Toma mi mano.
Curioso, ella conserva cicatrices de entonces
Junto a otras señales incomprensibles
Por ejemplo la marca de una tosca cuchilla
Que no supo matarme
Que no quiso
O la otra del juego o la otra
Del fuego.

Vida
Toma mi mano.

miércoles, 16 de julio de 2008

Erszebet, la condesa sangrienta

...para ellos la muerte era el único punto de contacto con la vida.
Sólo sus vestidos de seda envolvían el tronco enorme que ya había echado raíces y borboteaba entre sus cabellos. La muchacha había dado a luz de prisa una hija: la muerte.
Milorad Pavic, El diccionario jázaro.






















Pizarnik y una Condesa Sangrienta, una dama en rojo. Fascinación por lo anegado, por lo oscuro: la noche, la magia negra, una orquesta de gitanos, el sufrimiento de las víctimas, los baños de sangre, el Castillo, Darvulia, la condena y la muerte. Pizarnik es Alejandra Pizarnik; la Condesa Sangrienta es Erzébet Báthory, única habitante del Castillo de Csejthe. Consagrada desde la poesía, Pizarnik despliega aquí una suerte de poema en prosa que sorprende, que rompe las expectativas del lector: es uno de esos casos en los que texto y paratexto no terminan de adecuarse. No he podido consultar la primera edición, sin embargo, algunos indicios (la publicación en la Revista Testigo, la inclusión en la sección de Artículos y ensayos de la edición que manejo) llevan a pensar que el texto se presentaba como una reseña o artículo crítico; sin embargo, pasada la primera página no se tarda en advertir que el interés sobre el personaje, sobre la belleza convulsiva del personaje es lo que guía el texto; del texto original, del de Valentine Penrose, se rescata sobre todo su don poético aplicado a una investigación seria.

Vampirismo textual

(...)

El título del apartado ha sido escogido a modo jocoso y con el fin de adoptar un adjetivo que remitiera a lo gótico, sin embargo considero que sirve también para entender cómo funciona la reescritura en este caso. Si se le saca las connotaciones negativas (difícil tarea) que relacionan al vampirismo con el parásito chupa-sangre de gran poder, puede pensarse en una interacción de dos elementos en la cual uno de ellos depende del otro y saca provecho de éste. La diferencia entre el vampiro y el parásito que podemos encontrar en la naturaleza es que este último siempre depende de su huésped y es inferior, aunque en ocasiones puede llegar a matarlo; el vampiro por su parte depende del “huésped” para mantener la cordura, pero no es inferior, puede disponer de sus víctimas a voluntad. En este sentido es que pienso que puede hablarse de un “vampirismo textual”, en tanto un texto parte de otro constituyendo una relación de dependencia, aunque rápidamente se desprende y gana una autonomía en la que llega a prescindir del “original”, aunque para mantener cierta coherencia y no transgredir las convenciones que separan el plagio del no-plagio deba seguir haciendo referencia.
Ahora bien, sea considerada la traducción y la reescritura como se prefiera, no se puede negar que ambos procedimientos implican un texto anterior, más o menos, explícito (digo “explícito” haciendo alusión a que el texto del cual se parte está señalado en el que lo traduce o reescribe). Existe la posibilidad de pensar todo texto como reescritura y traducción de los textos previos; sin embargo, esto no implica que, si tomamos como punto de partida la imposibilidad de la no-reescritura, no existan textos que hagan explícito qué es lo que están traduciendo o reescribiendo. La mención de Valentine Penrose (y de su trabajo en torno a la figura de la Condesa de Csejthe) se reduce a los primeros párrafos de La Condesa Sangrienta de Pizarnik, para luego abandonarse a lo que importa: ni el trabajo de Penrose, ni su investigación, ni su biografía, ni su obsesión por la belleza del personaje; sino la belleza convulsiva de la Condesa. Las palabras que citamos a continuación se inscriben en las últimas líneas del texto y son ambiguas en cuanto es posible asignar dos sujetos a esa “fascinación”: por un lado, por supuesto, a la Condesa y por otro, sin dudas, a Pizarnik:
una fascinación por un vestido blanco que se vuelve rojo, por la idea de un absoluto desgarramiento, por la evocación de un silencio constelado de gritos en donde todo es la imagen de una belleza inaceptable.
En tanto esa fascinación sea asignable a Pizarnik, no es difícil entender qué es lo que lleva a la escritura, cuáles son su objeto y su motivación. Al referirse a Penrose destaca un hecho entre otros y resulta que ese mismo elemento se podría señalar en ella: la concentración exclusiva en la belleza convulsiva del personaje. La autora hará referencia a La Comtesse Sanglante hasta llegar al punto en el que la dependencia esperable de un texto que hace referencia a otro se deslice a otro plano, no explícito, sin que por eso se pase de la glosa o el comentario o hasta homenaje al plagio, sino más bien del texto que se sostiene solo (o de la misma forma que todos, es decir sobre la infinita biblioteca universal), sin ningún otro particular del cual necesite su lectura paralela. La glosa al texto de Penrose tiene su límite:
Valentine Penrose, sin embargo, lo ha logrado, pues juega admirablemente con los valores estéticos de esta tenebrosa historia. Inscribe el reino subterráneo de Erzébet Báthory en la sala de torturas de un castillo medieval:
Hasta aquí la glosa. Los dos puntos muestran el límite de la voz referida, en adelante Pizarnik se apodera de la palabra y construye la imagen de la Condesa a partir de la descripción de diversas torturas y episodios de su vida de manera fragmentaria y articulada. Penrose volverá a aparecer sólo en el susurro de las cursivas que remiten, indefectiblemente, a un texto previo: la cita o el resumen. La cita está utilizada en los momentos en que su voz es insoslayable por la belleza de las palabras o por lo extraño de los hechos.
Fuera de las excepciones aludidas y a partir de los dos puntos que señalábamos como límite entre las voces, predomina una tercera persona con breves digresiones en momentos interpretativo-reflexivos en los que la fascinación por la Condesa se hace evidente: el vestido blanco de la dama nocturna se volvía rojo. Y tanto, que debía ir a su aposento y cambiarlo por otro (¿en qué pensaría durante esa breve interrupción?).
La Condesa Sangrienta glosa a La Comtesse Sanglante, lo espeja y toma vida independiente. En términos más precisos, La Condesa Sangrienta toma, de forma explícita, como intertexto al de Penrose, se presenta como un artículo crítico de este último, lo cual implica, por un lado, una reescritura dependiente que señale al texto del cual parte y del cual no puede ser autónomo; y por otro, una determinada tipología discursiva que lejos estaría de ser literaria. Luego de este primer paso, en lo que sigue el texto no sólo reescribe sino que se desprende de forma tal del punto de partida (y de la convención que indicaría que un artículo crítico no debe ser literario) que termina por ponerse a la par del primero y constituirse como un texto que antes que cualquier otra, exige la lectura de sí mismo.









(El texto anterior es parte de un ensayo de Esteban Prado sobre un texto de Pizarnik que Karla y Raúl postearon en el periódico mural de Humanidades hace unos años. Lo recuerdo bien ya que por esos días yo había leído otro buen poema sobre Erzsebet, uno de Anne Talvaz que terminaba:


Los soldados llegaron a atraparla y la metieron en una chirona de fierro.
Ella no comprendía por qué. Ellos la encontraron bella.

P.S.
Si alguien tiene el texto de Pizarnik, favor de rolarlo a su seguro servidor.)

lunes, 14 de julio de 2008

Gates y las puertas de nuestra percepción

por Agustín Abreu Cornelio
(publicado en Vanguardia)

Uno se levanta cada día como si todo mantuviera su regularidad. Las flores y los árboles mantienen su crecimiento de la misma manera; el viento, su consistencia; el ser humano, su piel, sus uñas y la disposición de los ojos en la cara. Pero más allá de las determinaciones biológicas y de los fenómenos físicos de leyes inmutables, la realidad se perpetúa en el cambio de minucias que pasan desapercibidas al espectador constante, no así al ojo avezado que se da el tiempo de acudir al pasado y observar el entorno en perspectiva.
La moda de hoy, por dar un ejemplo, es idéntica a la de ayer y anteayer, semejante a la del año pasado y radicalmente distinta de la de hace veinte años. Hay sucesos enormes que generan escándalos mediáticos y también ocurren pequeñas variaciones que determinan el camino que habrá de seguir la sociedad en los tiempos venideros. Quiero referirme a uno de ellos con dos enfoques radicalmente opuestos: primero narraré la vulgar hazaña de los millones de dólares, la épica de nuestra bienamada modernidad (si el interés por dicha historia y los melodramas que la envuelven no queda satisfecho, recomiendo la película “Piratas de Sillicon Valley”, dirigida por Martin Burke, clásico de la televisión por cable) y, en segundo término, intentaré esclarecer los alcances de dichos sucesos en la realidad que conocemos quienes no leemos People o El Financial Times.


Los castillos en el aire


El pasado viernes 29 de junio Bill Gates cedió a Steve Ballmer la dirección ejecutiva de la empresa más influyente en el ámbito tecnológico en los últimos años: Microsoft. Yo, por mi parte he pretendido vivir sin conocer su vida o aferrándome al olvido, intentando negarme el hecho de que este individuo es el héroe de muchísimas personas de hoy, alguien al que desean emular. No me molestan su aspecto aseado, su sonrisa cordial, su look relajado de hombre “común y corriente”. No me molesta que se quiera hacer pasar por científico cuando su categoría correcta es la de empresario visionario. Tampoco me incomoda su falsa modestia, la que lo impulsa a viajar en clase turista y no comprar muebles de diseñador, siendo el segundo hombre más rico del mundo. Mucho menos sus intenciones filantrópicas.
Gates nació en 1955 en una familia acomodada de Seattle (su abuelo materno fundó el First National Bank en esa ciudad), estado de Washington, y fue a las mejores escuelas del país, incluida la Harvard University. En estos sitios seguramente el niño se fogueó en el espíritu competitivo y gandaya de la clase alta norteamericana, aprendió que el más fuerte se come al pequeño y habrá sufrido los ataques propios de los adolescentes contra los etiquetados “nerds”. Todo ello le brindó los elementos suficientes para su posterior vida empresarial.
Olvidaba agregar que en 1968 el pequeño Bill tuvo su primer contacto con las computadoras en el colegio Lakeside. También olvidaba mencionar que su madre fue miembro de la junta directiva de IBM en el período más útil para los empréstitos de su ambicioso hijo. Condiciones que, aunadas a la gran capacidad analítica y matemática (se cuenta que en una semana aprendió a programar la computadora de Lakeside), eran la semilla del éxito que le esperaba.
Fue Paul Allen, amigo de la adolescencia dos años mayor que él, quien tuvo la idea primigenia al observar la portada de Popular Electronics que exhibía la computadora Altair 8800 orientada a los aficionados de las computadoras. Esta era un juguete caro que podía armarse en casa y que requería de un software amigable, que estuviera al alcance de los usuarios. La idea de Allen fue desarrollar un lenguaje de programación para ofrecer a Micro Instrumentation and Telemetry Systems, fabricante de Altair. En 1975 Gates y Allen consiguieron vender una versión “mejorada” del lenguaje BASIC desarrollado por John C. Kemeny y Thomas E. Kurtz diez años antes. Fue el inicio de Microsoft.
De manera similar, en lo que fue su primer gran éxito de mercado, los dos jóvenes empresarios llegaron a un beneficioso acuerdo con el gigante de equipo informático IBM, cuya primera PC (computadora personal) fue dotada con el MS DOS, el cual era refrito del QDOS (Quick and Dirty Operating System) por el que Gates y Allen pagaron una cantidad ínfima, y que a su vez era un clon del CP/M, sistema operativo de Digital Research Inc. muy popular a fines de los setenta. Microsoft, además, se guardó los derechos de MS-DOS que vendió a todas las empresas parásitas de IBM.
El punto culminante de la astucia empresarial de Bill Gates (Allen se retiró a principios de la década de los ochenta por problemas de salud) llegó en 1984, cuando Microsoft se alió a Apple y generó para él las aplicaciones Excel, Word y otras. Apple, en cuyas oficinas ondeaba la bandera pirata, intentaba mermar con dicha alianza a IBM, su principal oponente, pero lo que consiguió fue orientar a Microsoft en el mundo de los ambientes gráficos o interfaces visuales, con los que Apple había dotado la computadora Lisa. Un año después del pacto empresarial, Windows salió al mercado apoyado en la difusión que MS-DOS tenía en la mayoría de los usuarios de computadoras. Apple promovió un juicio por espionaje industrial, pero la bandera del cráneo y los fémures cruzados ya ondeaba en otra dirección.
A partir de entonces, y con el mercado ganado, Gates y Microsoft se dedicaron a profundizar sus raíces, aprovechando los privilegios que sus exitosos sistemas operativos le brindaron. Con estrategias de mercadeo trampeadas, fueron eliminando uno a uno a los competidores de sus nuevos productos: Lotus 1-2-3 perdió ante los abatidos precios de Office, Fox Pro (cuyos derechos de autor fueron adquiridos por la empresa del buen Bill Gates) sucumbió ante Access y, ya en la era del Internet, Netscape ante Explorer, ICQ ante MSN Messenger y Winamp ante Win Media Player (las aplicaciones de Microsoft se “obsequiaban” y venían preinstaladas en Windows). Desde 1990 el estado norteamericano ha investigado las actividades empresariales de Microsoft por presuntas prácticas monopólicas de las cuales ha salido bien librado misteriosamente.
A estas alturas, luego de la exhibición pública, Bill Gates es el personaje más odiado de Internet. Contra él se dirigen anatemas y burlas por mercantilizar y actuar deslealmente en el llamado “más democrático de los medios”, en el cual puede adquirirse de manera gratuita gran diversidad de software e, incluso, el código fuente de algunos sistemas operativos como Linux para adaptarlo a las necesidades particulares de cada usuario.
Lo cierto es que la actualidad no se concibe sin la participación de Microsoft, el cual ha incursionado en otros campos de la industria, tales como los grandes archivos digitalizados, las consolas de videojuegos, y desarrolla software para aparatos que no distan mucho de las posibilidades de las computadoras, tales como televisiones con acceso a Internet o teléfonos celulares.
Bill Gates ha dejado Microsoft parcialmente, pues ha cedido sus responsabilidades gerenciales, pero mantendrá su participación activa en los nuevos desarrollos de la empresa, el área que más lo emociona.


La consolidación del aire

A fines de la década de los setenta, algunos aventureros y visionarios creyeron que las computadoras alcanzarían al común de la gente y se encargaron de diseñar hardware y software para esa nueva época que les pisaba los talones. Algunos también imaginaron que sería un buen negocio. Si el segundo paso de la globalización fue admitir a las empresas en la competitividad transnacional, sitio antes reservado a las naciones, actualmente se permite a los individuos participar del mundo como tal a través de ese hipermedio (un medio que contiene en sí a otros: radio, cine, prensa) que es internet, la puerta de acceso más común a esa totalidad global es la computadora personal.
Cuando observo los cambios y los miedos que se producen ante las nuevas tecnologías, me convenzo que la época que estamos viviendo sólo puede ser comparada con la de la sociedad que se enfrentaba a las posibilidades de la palabra escrita. Es claro que en dichas circunstancias no se sentía el vértigo que nos acosa en la actualidad ni la información tan vasta, pero las opiniones que Platón pone en boca de los dialogantes en el Fedro me siguen pareciendo esclarecedoras de mi tiempo.
En primera instancia, Platón relata el encuentro que sostuvieron el rey de Tebas y el dios que inventó los caracteres escritos. Este último sostiene que la escritura concederá al hombre una memoria perpetua y, por lo tanto, mayor sabiduría. En su contra, el rey afirma que no será sabiduría, sino apariencia de sabiduría, pues el hombre confiado en la perdurabilidad del conocimiento, atrofiará sus habilidades inherentes; la sabiduría estará en el exterior, en los objetos, y no en el interior de los sujetos.
Gran semejanza guardan los argumentos del rey de Tebas con los que expone el politólogo italiano Giovanni Sartori en su famoso ensayo Homo Videns. En este libro se declara que la proliferación de la comunicación visual, apoyada principalmente en imágenes planas, incapaces de transmitir conceptos, está atrofiando la capacidad de los individuos de generar pensamiento abstracto, con lo cual la gran cantidad de información que actualmente tenemos al alcance genera sólo una apariencia de sabiduría, pues el ser humano paulatinamente está perdiendo la habilidad de transformarla en nuevos conocimientos.
El comentario de Sócrates, en el mismo Fedro, no es menos interesante y puede generar polémica a favor y en contra de las nuevas tecnologías como el Internet. El texto escrito, aún cuando tiene un destinatario manifiesto (como sucede en una carta), tiene un lector potencial en cada individuo que sabe leer, todo texto escrito es como el mensaje de una botella echada al mar. Sócrates afirma que esta característica implica una indiferencia para con sus destinatarios, puesto que dificulta la retroalimentación, el cuestionamiento de la información que nos brinda el texto es estéril a menos que podamos localizar al autor.
La escritura ha evolucionado en nuestra actualidad. Si bien los alcances reales de las botellas que echamos desde una orilla de Internet, puede ser recogida por varios lectores muy distantes, la esterilidad del documento, en cuanto a permitir la retroalimentación, parece estar floreciendo, pues además de los contactos vía e-mail, las páginas web (tales como los foros y las bitácoras o blogs) suelen permitir la comunicación con el autor y con otros lectores. También poseemos las posibilidades que nos brindan los hipervínculos, que fertilizan la mayoría de los textos electrónicos y que conceden volumen a las ideas, pues son referencias a información que complementa o confirma el sentido expresado en el texto.
Probablemente la crítica más sería contra la escritura contenida en el Fedro sea la que se sustenta en términos platónicos, la que toma en cuenta el concepto de Idea, la realidad que resplandece y se manifiesta en nuestra realidad. Si el mundo en que vivimos es una realidad de segunda mano, lo que se pinta es una doble imitación que hay que evitar. Lo mismo ocurre con el lenguaje, dice Platón, en su carácter denominativo; sólo que en el diálogo hablado, al tener como contexto una realidad tangible y hacer referencia a ella constantemente, se mantiene en el plano de la imitación primera. Pero en el texto escrito, la iconicidad, la imitación tercera, es necesaria pues adolece de un ambiente compartido por autor y lector en el momento en el que la comunicación se hace efectiva, teniendo que recurrir a la imaginación y a la memoria; de tal manera, la realidad expresada por la escritura contiene una alta carga de virtualidad.
Ya los ambientes de trabajo gráficos desarrollados por Apple y Microsoft, eran interfaces que pretendían dar a la pantalla una apariencia real. La publicidad que Macintosh utilizó para comercializar su computadora Lisa tenía por slogan “si puede señalar, ya sabe cómo usarlo”, y en los anuncios televisivos se veía a un bebé manipulando un mouse. Y los desarrollos tecnológicos se han multiplicado en este sentido, basta echar un ojo a las consolas de videojuegos cuyos controles se han diversificado en aras de conceder una experiencia integral de entretenimiento. Los menús desplegables, las ventanas, la aparición de los iconos, brindaban la apariencia de un desplazamiento espacial real, el posterior término “navegar”, que se popularizo con el Internet, también alude a ello.
La virtualidad no sólo se percibe en términos de las “puertas de la percepción”, como William Blake nombrara a los sentidos. Cuando, al final de la década de los ochentas, comenzaron a instalarse redes informáticas en grandes corporaciones y en dependencias gubernamentales, lo que fluía por los cables que físicamente la configuraban no tenía sentido para todo el mundo, pues su apariencia no era reflejo de nuestra realidad cotidiana, sino código, instrucciones e información numérica. Pero la incursión de visionarios como Bill Gates, con su afán mercantil, fueron creando interfaces cada vez más amigables que potenciaron las posibilidades y los alcances de los productos, de la enajenación social y, a la vez, las posibilidades de emancipación, ya que el desplazamiento virtual ilimitado hace que las marginalidades se difuminen y que la centralidad pierda sentido. Internet es un espacio amorfo sin centro de gravedad, con posibilidades expansivas ilimitadas que le brinda su carácter de red.
Actualmente estar siempre en línea se ha convertido en una necesidad para gran cantidad de actividades productivas y de individuos. Internet ya no es sólo un exhibidor de productos, sino que es posible hacer efectivas las compras a través de él. Sofware, música, libros, encuentros sexuales, se cobran y se envían de manera digital por la “supercarretera de la información”.
Uno de los desarrollos más sorprendentes, en cuanto a sus alcances comerciales, es el logrado por Second Life. Éste es un “mundo virtual en tercera dimensión imaginado y creado por los residentes”, según se oferta en la página web, que inició operaciones en 2003. En dicho lugar uno se crea a sí mismo como personaje e interactúa con otros “avatares” en un ambiente que imita nuestra cotidianeidad con todas las características de una ciudad occidental. Todo ello sucede en tiempo real, es decir, que para lograr conceder al “avatar” una vida complaciente hay que sacrificar el tiempo de nuestra cotidianeidad. Dichos sacrificios no se limitan al tiempo, ya que se puede invertir dinero real para otorgar al personaje una casa habitación, ropa de marca, gadgets, automóviles, empresas tan importantes como IBM o Nike, han inaugurado tiendas virtuales en Second Life.
Todos esos beneficios intangibles y costosos, son la segunda vida del primer mundo y la más injusta negación de la única vida de seres humanos palpables del tercer mundo. Sócrates supo que la escritura generaría un mecanismo de control, ya que no todos tendrían acceso a los textos escritos y las interpretaciones serían dictadas desde un centro ordenador. Si en nuestra época, la noción de centro no tiene sentido, sí podemos observar la marginalidad a la que estamos condenando a individuos que no tienen acceso a una pc. Bill Gates y la UNESCO echaron andar un proyecto piloto de computadoras portátiles de bajo costo y suministradas de energía por una manivela. El mismo multimillonario ha dotado de tecnología a miles de escuelas y bibliotecas públicas por todo el mundo. Pero estos esfuerzos son vanos si no se involucra al común de la sociedad, la que gasta tiempo y dinero en sitios como Second Life (ojo, no estoy satanizando sus posibilidades como entretenimiento y oportunidades de intercambio cultural), emancipándose de la responsabilidad ante realidades atroces.
La virtualidad tiene que alcanzar un equilibrio con la realidad tangible si no queremos vernos enjaulados en la matriz de la trilogía de ciencia ficción escrita y dirigida por Andy y Larry Wachowsky. Y si eso sucede, qué pasará con quienes no sean integrados al mundo de las computadoras, ¿seguirán una vida tangible, olvidados por el resto del mundo? ¿o morirán enrollados con su hambre y su sed, en medio de la contaminación generada por la “alta” tecnología?
Me he levantado este día con la certeza de que el nombre de Bill Gates se ha borrado de una de las oficinas de Microsoft, que cuarenta mil millones de dólares se transferirán de su riqueza personal a su fundación filantrópica. Pero no me abandona la duda de lo virtual y lo real, ¿Gates ha dejado de ser un pirata empresarial para convertirse en un filántropo desinteresado? ¿podrá desprenderse de su competitividad gandaya o sólo es una farsa para desmarcarse de las demandas que lo acosan en dos decenas de estados de la unión americana y recobrar de esta manera cierto prestigio social? Lo cierto es que algunos se verán beneficiados por este cambio, y muchos otros no.

viernes, 11 de julio de 2008

Mitología

Aimé Césaire (1913-2008)



con amplios golpes de espada de sisal de tus fieros brazos


con grandes fieros golpes de tus brazos libres de amasar el amor conforme a tu capricho batéké


de tus brazos de encubrimiento y de don que golpean clarividentemente los espacios ciegos bañados con pájaros


profiero en el hueco leñoso de la oleada infantil de tus senos el surtidor del gran mapú


nacido de tu sexo donde pende el frágil fruto de la libertad





martes, 8 de julio de 2008

Cuarteto de Pompeya

Fabio Morábito (Alejandría, Egipto, 1955)

I
Nos desnudamos tanto
hasta perder el sexo
debajo de la cama,

nos desnudamos tanto
que las moscas juraban
que habíamos muerto.


Te desnudé por dentro,
te desquicié tan hondo
que se extravió mi orgasmo.

Nos desnudamos tanto
que olíamos a quemado,
que cien veces la lava
volvió para escondernos.

II

Me hiciste tanto daño
con tu boca, tus dedos,
me hacías saltar tan alto

que yo era tu estandarte
aunque no hubiera viento.
Me desnudaste tanto

que pronuncié mi nombre
y me dolió la lengua,
los años me dolieron.

Nos desnudamos tanto
que los dioses temblaron,
que cien veces mandaron
las lavas a escondernos.

III
Te frotabas tan rápido
los senos que dos veces
caí en sus remolinos,

movías el culo lento,
en alto, para arrearme
a su negra emboscada,

su mediodía perenne.
Abrías tanto su historia,
gritaba su naufragio...

Nos desnudamos tanto
que no nos conocíamos,
que los dioses mandaron
la lava a reinventarnos.

IV
Te desmentí de cabo
a rabo devolviéndote
a tus primeros actos,

te escudriñé profundo
hasta escuchar la historia
amarga de tu cuerpo,

pues sólo el amor sabe
cómo llegar tan hondo
sin molestar la sangre.

Esa noche la lava
mudó el paisaje en piedra.
Tú y yo fuimos lo único
que se murió de veras.

sábado, 5 de julio de 2008

Departir en el vuelo de Edgar Oceransky

por Agustín Abreu Cornelio
(publicado en Vanguardia)

El concierto hasta las carnes

Entre las mesas rondaban las ansias diluidas en las letras de las canciones que se comentaban abiertamente y alcanzaban algún que otro suspiro. Yo tenía en la mente tres o cuatro títulos que se me antojaban imprescindibles, mientras los meseros tomaban nota de peticiones no menos necesarias, dada la ocasión. Con la tercera llamada, Edgar Oceransky caminó entre el público, subió a la pequeña tarima que le sirvió de escenario y, acompañado por su guitarra, vaso y cenicero, arrancó los acordes y sembró las delicias.
El lugar no es propiamente una peña ni un bar ni un teatro, aunque comparte lo mejor de cada uno de ellos, sino la planta alta de una librería de la ciudad de Mérida. El concierto demoró su inicio con un marketing disfrazado, ya que debido a la falta de un músico que preparara el público y el ambiente para el “estrella” de la noche, un par de proyectores exhibían los dvds que se vendían a la entrada. Me atreví a escribir “estrella” entre comillas, no para poner en tela de juicio la calidad artística de Oceransky, sino por no atentar contra la sencillez que lo caracteriza.
No es fácil, en la actualidad, encontrar en el mismo sitio y reunidos con la misma expectativa a individuos pertenecientes a generaciones tan dispares, ya que, si bien la mayor parte del público eran adultos jóvenes entre los veinticinco y los treinta y cinco años, también había adolescentes y personas de la tercera edad. ¿Qué clase de artista es capaz de romper la brecha generacional? La respuesta puede encontrarse en las influencias de Edgar Oceransky, quien ha logrado fusionar el bolero, la trova, el rock y el pop, con una visión particular del amor que lo hacen asequible tanto a una chava de 16 años, como a un hombre de 60 que se quedó con las ganas de escuchar “Canción para quedarse en casa”.
Con apenas cuatro discos como solista, este cantautor ha sabido hacerse de un lugar en la escena nacional, erigiéndose como una realidad creciente de la nueva generación de trovadores mexicanos y ha iniciado su internacionalización compartiendo escenario con figuras tan importantes como Vicente Feliú y Mikie Rivera. “Te seguiré” es el título de su último disco, el más ambicioso de su carrera, en el cual uno puede encontrar canciones para intimar con el autor, en particular “Tuve”, una de las más conmovedoras que se han escrito en México en este siglo.
Oceransky también posee un carisma que sabe aprovechar, a sus 33 años, como un artista consagrado. Entre las ironías sobre los libros disponibles en la planta baja, se dio tiempo para coquetear con las muchachas de la primera fila y obtener a cambio sonrisas y cigarros, además de hacer gala de un humor que, sin transgredir los estándares falocéntricos de nuestra sociedad, hizo que muchos olvidáramos que más allá de las palabras hay una realidad injusta.
Pero la faceta más sincera, más bienquerida por todos los congregados, se decanta en la suave voz del cantautor. Su interpretación es potente y emotiva, y no tardan en aparecer entre el público los coristas autorizados por una carne trémula, por un corazón bien entonado. Cada momento es ideal para extender el abrazo hacia la novia o la amiga que está a punto de dejar de serlo. Una intervención afortunada fue la del trovador boliviano Rodrigo Rojas, quien interpretó cuatro canciones justo a la mitad del concierto. Canciones de claros tintes sexuales, juguetonas, emparentadas legítimamente con Woody Allen a quien el cantautor citó: “El sexo con amor es lo mejor, pero el sexo sin amor es lo segundo mejor”. Habrá que escuchar más canciones de este boliviano, que traía bajo el brazo “La danza del deseo”, su más reciente disco.
Oceransky recibió al público tan prendido como lo había dejado y se propuso llevarlo al punto más alto del concierto. Mis preferencias fueron satisfechas: “La recuerdo así”, “Qué tristeza”, “El faro”, “Camila”, entre otras que se van agregando a mi lista. Hubo tarareos, aplausos de pie, canto anitifonal para acompañar al trovador que ese día cumplía como oficiante del rito que elevó la carne a un nivel espiritual.


El diálogo desde el alma

La entrevista había sido concertada para después del concierto, pero un músico debe a su público mucho más que respeto y gratitud, por lo que Oceransky firmó discos, fotografías, sonrió, cotorreó, brindó con todos los que se le acercaron con la sonrisa de haber pasado una velada gratificante. El lugar iba poco a poco apagando sus luces, dejando cada vez menos rincones propicios para quien desea suplantar al periodista; pero al fin, al amparo de un cigarro, pudimos iniciar la conversación.

–En tus canciones tienes al amor como tema principal, pero siempre te vas a cosas muy sencillas, cotidianas, muy elementales en el sentido nerudiano. ¿Qué encuentras de erótico, por ejemplo, en ver la lluvia en el balcón?
–Veo lo erótico que tiene cualquier elemento de la naturaleza, que es donde nosotros podemos apreciar la belleza del mundo. Y la belleza, de una u otra manera, siempre termina despertando nuestro erotismo.

–Para ti es una visión cósmica.
–Absolutamente cósmica, para mí todos los elementos están integrados, desde mi punto de vista, no se les puede separar y hablar de las particularidades de cada uno, porque resulta artificial. Lo importante es cuando se conjugan, es cuando la situación es distinta; la luna siempre es la misma, igual que las estrellas, pero cuando se juntan y se coordinan de determinada manera con algunos otros elementos, ahí es cuando la escena se vuelve erótica.

–¿Ahí surge la metáfora?
–Sí, ahí es donde se hace la metáfora que explica mejor la realidad. Las metáforas sirven para eso.
–Tus canciones surgen de una experiencia vivida, al menos a quienes las escuchamos nos resultan muy sinceras, ¿pero qué tanto hay de fantasía, de imaginación en ellas?
–Pues mira, la realidad es plasmada en un noventa por ciento en mis canciones. El otro diez por ciento es la oportunidad que tenemos de mejorar la realidad que nos fue brindada, de ser creativos y recrearla como a nosotros nos hubiera gustado que fuera; si bien la realidad no es perfecta, uno la puede hacer perfecta.

–Sigmund Freud maneja el concepto de los “romances familiares”, con el que explica que los niños no recuerdan el pasado como fue, sino como ellos lo vivieron. En tu caso, ¿cuánto tiempo transcurre de la experiencia original hasta su transformación en canción, o ello se da inmediatamente?
–Por lo general me toma un tiempo, porque necesito haber entendido qué fue lo que me sucedió con esa realidad y, luego, saber qué necesidad tengo de plasmarla. Saber si es una necesidad de desahogo, una necesidad creativa o, simplemente, la necesidad de entender mi propio pasado. Componer es para mí la manera de curarme y, a la vez, de escribir mi historia. La historia se escribe hacia el futuro y como uno la quiere escribir, sólo cuenta lo que le conviene.

–Tomando en cuenta que dices que uno sólo cuenta lo que quiere contar, ¿tu sensibilidad hacia qué lado se carga, que cosas te duelen más de la realidad?
–Tengo los ojos demasiado abiertos hacia todo lo que me rodea, mi sensibilidad gira hacia muchos lados. Y me fijo tanto en la vivencia particular amorosa, como en la vivencia social universal, la vivencia política, como animales políticos que somos, pero mi creatividad se enfoca más por el lado del amor. Si bien me interesan todas las aristas de la realidad, prefiero dejar los asuntos de filosofía, de sociología, que también me interesan, para el ámbito de la conversación.

–Hiciste un cóver de la canción de Silvio Rodríguez “De la ausencia y de ti”. Él es un cantautor profundamente político, incluso cuando aborda el tema amoroso. ¿Por qué la escogiste para interpretarla?
–Pues mira, después de haber escuchado a Silvio durante tantos años, esa canción me conmovió por hablar de una situación tan cotidiana como lo es una reunión de amigos y cómo, de pronto, al faltar un elemento, la nostalgia invade a todos. Me maravilló primero por la letra y por la melodía. Yo oí un arreglo “muy medieval” de esa canción, con un clavicordio nada más, y me pareció completamente distinto del resto de las canciones de Silvio Rodríguez. Y la empecé a cantar y cantar.
Después tuve la fortuna de conocer la historia de Velia (el título original es “De la ausencia y de ti, Velia”) y la historia de Teté, de quien habla la canción: “sigo oyendo a Teté semana por semana, / ¿te acuerdas de allá?” Teté es, dicho por Silvio, el artífice de la Nueva Trova cubana. Es una mujer que hace canciones para niños y que presentó a Silvio con Pablo Milanés, con Noel Nicola y todos los iniciadores del movimiento. Yo la conocí en Cuba y, de alguna manera, me hizo sentirme cómplice, por lo que me da mucho gusto ayudar a difundir la canción, que es poco conocida.

–Me llama la atención que no tocas el tema político en tus canciones y, sin embargo, participaste y obtuviste el tercer lugar en un concurso que se llamó “60 años de Acción Nacional”. ¿Por qué participaste en él?
–Simplemente por ser un concurso de canciones que tenía como tema principal a México. Yo no soy alguien que comparta la ideología de Acción Nacional, sin embargo creo que ser separatista es igual de dañino que ser extremista, sea hacia la derecha o la izquierda. Creo que los partidos políticos están conformados por personas, es decir, las instituciones valen la pena porque hay gente detrás que las sustenta. A la institución la hacen las personas, pero las personas no son hechas por la institución, y yo me e encontrado gente maravillosa en ese partido como en otros. Participé solamente porque estaban pidiendo una canción.
Más allá del concurso, sí creo en el compromiso político y social como una persona que puede influir en su círculo por pequeño o grande que sea, y me pareció que era una buena oportunidad para convivir con gente que se encuentra del mismo lado del escenario en que uno está.

–¿Esa canción la has grabado?
–La grabé solamente para el concurso. No la volví a cantar porque me parece que fue escrita para un momento específico. La canción se llama “El otro México” y habla, contraria a la ideología de la derecha, de todo el México oculto a los ojos del mundo. Cuando surgió el movimiento zapatista a mí me impresionó cómo se le concedió voz a quienes antes no se les escuchaba. No habla en lo particular del movimiento zapatista, sino de la gente que se mantiene detrás de una montaña, un arado, un machete.

–¿Qué intentas conseguir con tus canciones? ¿Quieres conmover a tus escuchas, hacerlos reflexionar, entretenerlos?
–Lo primero que intento es un diálogo de almas. Yo sé que a quien me escucha no le interesa propiamente mi historia, sino la historia de cada uno de ellos reflejada en mí. Creo que uno como artista cumple la función de ser un espejo para que los demás puedan ver, afuera, todo lo hermoso que tienen dentro y que, la mayor parte de las veces, es muy difícil lograr mediante la introspección. Cumplo con la función de que las personas aprecien sus propias virtudes, a veces también sus errores; mostrar a Dios y al diablo, que no son más que lo mejor y lo peor que habita en cada uno de nosotros.

–¿Eres un hombre religioso?
–Religioso, no. Sí soy muy espiritual. Creo en el espíritu, en la existencia del alma, en la trascendencia del ser humano a través del tiempo y más allá de la vida. Creo en un ser superior, pero no a imagen y semejanza del hombre, sino como una enorme arquitectura que hace que todo lo que nos rodea camine con la fuerza del amor.

–Ya que tocaste este asunto de la dualidad espíritu/cuerpo. Recuerdas que en la Edad Media la mujer era idealizada por los trovadores, contraria a la carnalidad que se les ha concedido en los últimos tiempos y que ellas agradecen; pero existe el peligro de convertirlas en mero producto. En canciones tuyas, como “No soy un ángel”, te ubicas en un punto virtuoso entre los dos polos, ¿cómo llegas a él?
–Viendo a la mujer como a la propia Tierra, como un lugar en el que habitamos, del que nacemos, al que si le damos nos regresa, pero si le quitamos también nos lo cobra. Veo a la mujer como un todo dador de vida, dador de energía, dador de placer que no puede aislarse. No puedes ver a la mujer como un objeto de placer porque le restas toda su importancia espiritual y tu vida se vuelve vacía

Entradas populares