El siguiente es un texto, traducido por Irene Selser y publicado por Milenio diario (23/Julio), que documenta una faceta de la participación estadounidense en apoyo de las dictaduras centro y sudamericanas.
Desde hace medio siglo, EU ha formado a militares sudamericanos con una clara inclinación por las dictaduras en el seno de la Escuela de las Américas, un anexo del Pentágono. El responsable del golpe de Estado del 28 de junio en Honduras, general Romeo Vásquez Velásquez, comandante del ejército, salió también de sus aulas.
Como lo informó el semanario National Catholic Reporter del 29 de junio, el general Vásquez fue diplomado en dos ocasiones por la School of the Americas, situada en Fort Benning, en el estado de Georgia, y tristemente célebre escuela de tortura de donde salieron un rosario de dictadores y de negociantes militares de América Central y latina. Otro líder del golpe en Honduras, también se diplomó en la misma escuela: se trata del general Luis Javier Prince Suazo, jefe de la Fuerza Aérea y responsable de sacar del país al presidente constitucional, Manuel Zelaya, la madrugada del día 28.
Reliquia de la guerra fría (1945-1990) entre Washington y Moscú, la School of the Americas fue creada hace medio siglo con la finalidad, se dijo, de formar militares, policías y agentes de inteligencia para que ellos condujeran la lucha contra la “insurrecciones” etiquetas de comunistas por el Pentágono. Pero en los hechos, los egresados de esta escuela siempre constituyeron tropas de choque de la represión política contra la izquierda en los países latinoamericanos.
Mucho antes de los horrores de la cárcel de Abu Ghraib, en Irak, las peores técnicas de tortura fueron enseñadas en la Escuela. En mayo de 2004, los manuales de interrogatorio utilizados en ella fueron divulgados por el National Security Archive, un instituto de investigación independiente, después de una demanda en el marco de la Ley de Libertad de Información (Freedom of Information Act) realizada por reconocidos medios como el Baltimore Sun. Los manuales, traducidos en español y de los cuales millares de ejemplares fueron distribuidos a los aliados hispanófonos de Washington, daban las consignas explícitas para torturar, reprimir o asesinar, según fueran los casos.
La larga historia de los suplicios practicados por los militares egresados de la School of the Americas ha sido ampliamante documentada por otros organismos, en especial Amnesty International en su informe Unmatched Power, Unmet Principles (Poder incomparable, principios abandonados), así como en las excelentes obras Hidden Terrors (Terrores ocultos) de A.J. Langguth (un ex periodista del New York Times), Rogue State : A Guide to the World’s Only Superpower (El Estado granuja: guía de la superpotencia mundial) por William Blum, ex diplomático del Departamento de Estado, o incluso A Miracle, A Universe (Un milagro, un universo) por Lawrence Weschler (el experto en América Latina del New Yorker).
La enseñanza de la tortura en esa escuela fue suspendida por el presidente demócrata Jimmy Carter en 1977, pero reintroducida cuatro años más tarde por el republicano Ronald Reagan (el instigador de la guerra de los contras en 1981-1990, desde suelo de Honduras, frente a la revolución sandinista en Nicaragua). En 2000, luego de investigaciones sobre la escuela realizados por medios como el Washington Post y el Baltimore Sun y gracias a una oposición creciente en el Congreso, el Pentágono hizo un cambio cosmético y la rebautizó como Western Hemisphere Institute for Security Cooperation (WHINSEC). Pero como lo dijo en su momento el senador Paul Coverdale de Georgia, un conservador miembro del Partido Republicano, esta supuesta “reforma” no fue sino “esencialmente superficial”. En la actualidad, todo el mundo fuera del Pentágono continúa llamando a la escuela por su viejo nombre.
El golpe de Estado del 28 de junio en Honduras es el tercero en la historia de este pequeño país de 7 millones de habitantes, de los cuales 50% viven en condiciones de pobreza extrema. En 1975, el general Juan Megler Castro, egresado de la School of the Americas, se convirtió en el dictador militar del país. Luego, entre 1980-1982, el jefe de la dictadura fue otro egresado de la “escuela de tortura”, Policarpo Paz García, cuya gestión se concentró en intensificar la represión y sembrar el terror con el Batallón 3-16, uno de los más terroríficos escuadrones de la muerte de toda Latinoamérica, fundado por los egresados hondureños de la School of the Americas, con la ayuda de diplomados argentinos de la misma escuela, que antes dieron muestras de sus “conocimientos” reprimiendo a millares de argentinos durante la última dictadura de 1976-1983.
Entre los sesenta mil y tantos militares que pasaron por la Escuela, se cuentan entre ellos diversos y probados dictadores: los generales Noriega y Trujillo en Panamá y República Dominicana, el general Hugo Banzer Suárez en Bolivia, el general Guido Vildoso Calderón de Perú, el general Efraín Rios Montt en Guatemala y los generales Leopoldo Galtieri y Roberto Viola en Argentina.
La lucha por cerrar esta escuela ocupa desde hace 20 años los esfuerzos de la asociación School of the Americas Watch, alentada por católicos de izquierda y fundada por un sacerdote, el padre Roy Bourgeois, él mismo una ex víctima de los torturadores de esa insitución en El Salvador, después de los asesinatos de cuatro monjas y del arzbobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, por escuadrones de la muerte organizados y comandados por el coronel ultraderechisa Roberto D’Aubuisson, otro diplomado de la escuela y autor de los peores crímenes cometidos durante la guerra civil salvadoreña.
Manifestaciones recientes que movilizaron a decenas de miles de personas pidiendo su cierre, ante las puertas de la misma escuela, atrajeron la participación de personalidades como la actriz Susan Sarandon, el actor Martin Sheen y la monja Helen Prejean, autora del libro Dead Man Walking convertido en un célebre filme con Sean Penn (La última marcha, de Tim Robbins).
La última vez que se votó en el Congreso de EU para terminar con el financiamiento de la Escuela —en 2007— faltaron sólo siete votos para cerrarla. Pero en las elecciones legislativas de 2008, una treintena de legisladores que abogaban por su cierre perdieron sus bancas.
Así, si el presidente Barack Obama es realmente serio respecto de su autoproclamada “nueva era” en política exterior, nada le impide, desde el punto de vista electoral, cerrar inmediatamente la School of the Americas. Pero hasta ahora, la Casa Blanca ha optado por el silencio.