viernes, 12 de septiembre de 2008

En memoria de los que olvidan

por Agustín Abreu Cornelio
(publicado en Vanguardia)



Poeta de la tierra de Rubén Darío, Francisco Ruiz Udiel me expresaba hace unos meses su preocupación por la situación que se vive en Nicaragua, uno de los países más pobres del planeta. Antes que él, Ernesto Cardenal, el legendario poeta que fundó la comunidad de Solentiname en el archipiélago de Nicaragua, había llamado la atención del mundo sobre la tentativa del actual presidente, Daniel Ortega, para perpetuarse en el poder. En Nicaragua parece imponerse el olvido por mandato presidencial, pero está en los puños de los poetas e intelectuales aferrarse en la memoria colectiva de los ciudadanos y sostener las posibilidades de vencer a la injusticia. En honor de los poetas que se oponen al establecimiento de una nueva dictadura, me he impuesto este ejercicio conmemorativo.

Es veintidós de agosto de 1978. En el Palacio Nacional de Managua, capital de Nicaragua, alrededor de tres millares de personas van y vienen entre las dependencias burocráticas que se ubican en el edificio. Pero los salones más importantes son los que congregan a los diputados y senadores de la nación gobernada por el dictador Anastasio Somoza Debayle. Treinta minutos después del medio día, inicia un suceso que habría de conmover a Nicaragua, Centroamérica entera y los pasillos de la CIA: veinticuatro jóvenes que rondan los veinte años, comandados por Edén Pastora, toman por asalto el mando del edificio público más importante del país: el Frente Sandinista de Liberación Nacional había dado un golpe certero y estaba en posición de negociar la liberación de los presos políticos. Lo que se consiguió fue algo todavía mejor, pues el movimiento guerrillero nicaragüense se legitimó en sus causas y sus métodos con un “disparate magistral”, según lo calificó Gabriel García Márquez.
El plan había sido archivado durante ocho años por el alto grado de locura que implicaba llevarlo a cabo, debido a la escasez humana y armamentística del movimiento revolucionario, pero existió un detonante que volvió absolutamente necesaria la actitud intrépida. Éste fue una declaración del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, felicitando al régimen de Somoza por avanzar en el respeto a los derechos humanos en el país. Tales palabras fueron entendidas como un espaldarazo que impulsaría el estado dictatorial por algunos años más desoyendo el clamor popular e ignorando crímenes ignominiosos como el asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro.
Ahora que vemos en retrospectiva aquel suceso, la aritmética se empeña en obnubilar nuestra razón: cómo 25 individuos pudieron mantener a raya a más de dos mil quinientas personas; ¿a razón de cien individuos por vigilante, no se les pudo haber desarmado? La respuesta es bastante simple: existía un apoyo subrepticio a la sublevación. Lo anterior se puede corroborar en muchos testimonios de las cuarenta y cinco horas que duró la operación. Se dice que algunos oficinistas prepararon café para los guerrilleros, que algunos se ofrecieron voluntariamente como rehenes intercambiables y todavía más espectacular fue el desfile espontáneo que se armó tras el convoy que condujo a los sandinistas del Palacio Nacional hasta el aeropuerto.
Aquella fue una jornada heroica para el pueblo nicaragüense, comparable a lo que simboliza la toma de la Bastilla para los franceses, y un ejemplo para todos los pueblos oprimidos del mundo. Poco tiempo después se puso en marcha una huelga general, se desencadenaron las insurrecciones populares en varias ciudades del interior que fueron bombardeadas, lo cual deslegitimó todavía más al régimen. Al caer la dictadura, se instaló un gobierno revolucionario que habría de empeñar su palabra en pos de una vida democrática basada en el estado de derecho y el respeto a las libertades ciudadanas. Hoy, a punto de que se cumplan treinta años de la toma del Palacio Nacional, parece que la lección empieza difuminarse entre los políticos nicaragüenses.
Daniel Ortega fue el principal dirigente del Frente Sandinista de Liberación Nacional y quien fungió como presidente luego del triunfo de la revolución (de facto de 1979 a 1985 y, legalmente, de 1985 a 1990). Muchos sociólogos han descrito los procesos estabilizadores subsiguientes a cualquier revolución social; entre ellos, Max Weber, describió cómo la pasión desbordada en la revuelta se torna paulatinamente rutinaria, integrándose a la estructura social en modos mucho menos radicales de los que se planteaban en las ideologías. Otro sociólogo, Peter Berger, dice que “los intereses económicos y las ambiciones políticas entran en acción en el momento en que empieza a enfriarse el fervor revolucionario. Los antiguos hábitos se reafirman y el orden creado por la revolución carismática comienza a adquirir inquietantes similitudes con el ancien régime derrocado con tanta violencia”. Este proceso se vivió en México mediante el control hegemónico de un partido que adquirió el nombre con el que cualquier sociólogo moderno lo definiría (con toda la paradoja que entraña): Revolucionario Institucional.


Tal ocurrió con los altos líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Tras perder asombrosamente las elecciones del año mil novecientos noventa, en las cuales el capital norteamericano tuvo gran injerencia, muchos bienes que el régimen revolucionario había adquirido a nombre del estado, fueron transferidos al partido, y de él llegaron misteriosamente al bolsillo de individuos como Bayardo Arce Castaño, reconocido ex-sandinista y “nuevo rico”.
Daniel Ortega fue elegido nuevamente presidente en el año dos mil seis, tras severas acusaciones políticas y civiles (entre ellas el abuso sexual de su hijastra, Zoilamérica Narváez Murillo), han proliferado las denuncias de extorsión y violación de los derechos humanos. Es vox pópuli el pacto que Ortega firmó con el expresidente Arnoldo Alemán, acusado de un desfalco de cien millones de dólares, con quien se repartió los altos mandos del gabinete del 2000 al 2006. Dice Ernesto Cardenal, parafraseando a Eduardo Galeano, que “aquellos que no tuvieron miedo de dar su vida durante los años de lucha revolucionaria, tuvieron miedo de perder sus casas, sus vehículos y sus bienes, y se apropiaron de todo lo que pudieron.”
Los antecedentes marxistas del actual presidente de Nicaragua hacen difícil creer que el parlamento de aquel país, presidido por un miembro del FSLN, firmara un tratado de libre comercio con Estados Unidos claramente desventajoso para el país centroamericano. Él mismo, siendo candidato a la presidencia, cambió el registro de su discurso moderándolo e incluyendo alusiones religiosas, sustituyendo el himno sandinista (que en una parte dice “luchamos contra el yankee enemigo de la humanidad”) con una canción de John Lennon. Aún peor, este pretendido político de izquierda apoyó la revocación de una ley de casi un siglo de vida que permitía el aborto terapéutico entre las nicaragüenses.
El más reciente escándalo político acaeció luego de que el Consejo Superior Electoral de aquel país decidió retirar el registro legal del Partido Conservador y del Movimiento de Renovación Sandinista, además de la presión que el estado ha ejercido sobre organismos no gubernamentales; este suceso que mantuvo en jaque a la opinión pública en aquel país fue la huelga de hambre encabezada por la héroe de guerra, la número “dos” del comando que tomó por sorpresa al Palacio Nacional hace treinta años: Dora María Téllez.

Una mujer con agallas

Fue identificada como “dos” en el comando que capturó el Palacio Nacional, justamente el número de décadas que había vivido. A su corta edad y contra el estereotipo, Dora María Téllez no dudó en desprenderse de caracteres propios de la feminidad, como el cabello largo, para cumplir con su convicción revolucionaria, ni dudó en abrir fuego cuando fue requerido. La comandante “dos” fue la encargada de llevar a cabo la negociación con el régimen somocista, gracias al cual fueron liberados cuarenta presos políticos, se difundió un manifiesto sandinista a nivel nacional y, por si fuera poco, lograron salir con cero bajas del intrépido movimiento.
Esta mujer que fue capaz de liderar el Frente Rigoberto López Pérez, una división del FSLN, durante la embestida final contra Managua en 1979, sigue siendo capaz de arengar a los ciudadanos a la movilización social. Basta ver la contundencia de su discurso, la solidez de sus argumentos y, sobre todo, la convicción y la fe en el pueblo nicaragüense para entender que no es un político acomodaticio más. Es una mujer con metas claras y decisión para lograrla. Una mujer que debajo de una palapa improvisada, rechazando día tras día la súplica de médicos que evaluaban su estado de salud, ha calado nuevamente los temores de la tiranía. No sin malicia el gobierno de Estados Unidos la ha clasificado como terrorista.
La izquierda mundial ha debido reformular su condición luego del fracaso del bloque socialista; ha perdido referentes, procedimientos, inclusive mucho de su lenguaje ha caído en desuso. La comandante “dos” se hizo política desde las armas, pero no tiene empacho en proponer una salida programática a la crisis que se vive actualmente, ya no digamos en Nicaragua, sino en el mundo. En 2006 aseveró en una entrevista que “hacer un programa de izquierda en esta época tan incierta requiere de valor” y proponía como ejes fundamentales de la solución al problema de Nicaragua a la Educación y al apoyo a la industria agropecuaria nacional.
El compromiso ético de esta mujer le ha permitido liderar la escisión más dura del FSLN, debida al caudillismo y autoritarismo de Daniel Ortega, así como a la corrupción de los ideales del partido. El Movimiento de Renovación Sandinista, además de la comandante “dos” se nutrió con todas las mujeres que alcanzaron altos mandos en el gobierno revolucionario: Mónica Baltodano, Gladis Báez y Doris Tijerino, así como de intelectuales que cumplieron un papel decisivo en el triunfo del movimiento tales como Ernesto Cardenal (Ministro de educación de 1980-85), el escritor Sergio Ramírez (Vicepresidente 1986-90) y la poeta Gioconda Belli, quienes han visto en Téllez la encarnación del nuevo vigor libertario, según se puede observar en los versos de G. Belli: “Cuanto me alegra que, a pelo de la muerte, / esta mujer escogiera no morirse”.
Luego de doce días de huelga de hambre, la líder de la resistencia ciudadana a la dictadura, tuvo que abdicar debido a una amenaza seria de diabetes. Sin embargo el cisma popular ha ocurrido y es mucha la gente que ha externado su apoyo a pie o mediante las bocinas del automóvil (el alojamiento de los huelguistas estaba localizado en una glorieta muy transitada de Managua). Incluso un grupo de panaderos y obreros de la ciudad de Masaya, ubicada a 27 kilómetros de la capital, inició una marcha de apoyo.
Cuando en 1985 Dora María Téllez asistió a la reunión “Contadora de la salud” que se llevó a cabo en España, las esperanzas estaban intactas pues la aventura democrática apenas iniciaba. Ahí, al ser entrevistada, la comandante dejó salir el espíritu de pitonisa que tantas mujeres llevan en sí: “Hoy me toca ser ministra de salud… bueno, puede que mañana me toque ser combatiente otra vez”, fueron sus palabras exactas.


La juventud despierta

En una entrevista del año 2001 en Chile, el poeta Cardenal expresaba que “los jóvenes están apáticos, apolíticos, desengañados y frustrados. No quieren saber nada de ningún partido.” Tal declaración pudo ser válida en aquel momento, pero en la actualidad, aún con la distancia y mediado por la información asequible vía Internet, mi percepción es totalmente opuesta. Acompañando a Dora María Téllez en su huelga de hambre, se hallaba el candidato a concejal Róger Arias, joven de veintidós años próximo a terminar la licenciatura en comunicaciones. Así me lo hace ver la gran cantidad de jóvenes portando cacerolas y pancartas en las manifestaciones que han dejado su huella en el canal de videos por internet you tube.
Hay que recordar que el FSLN fue un movimiento de vitalidad juvenil. Ya he mencionado que el promedio de los participantes del ataque al Palacio Nacional, excluyendo a Edén Pastora, era de veinte años. Pero fue tal la atracción que en los años setenta ejerció el sueño libertario sobre las juventudes que la Guardia Nacional nicaragüense tipificó como delito la “portación de edad”, con lo cual era práctica común que grupos de adolescentes fueran capturados e interrogados por ser sandinistas en potencia.
En los años subsiguientes al triunfo revolucionario se dio un movimiento alfabetizador en el que tomaron parte decenas de miles de jóvenes que dejaban los conglomerados urbanos para llevar las letras hasta las más alejadas zonas rurales. Sin embargo, la apatía de la que habla Cardenal puede tener una causa muy lógica para todos aquellos que vivieron su infancia durante la década de los ochenta, ya que por esos años se libraba una guerra sin cuartel frente el movimiento contrarrevolucionario apoyado por la CIA; época en la que se reclutaba a jóvenes cada vez menores, se les ponía un fusil en las manos y se les desvirgaba el candor. La propia Dora María Téllez, en su viaje a España de 1985, mencionaba que el principal problema de salud en Nicaragua era la guerra: “No hay ni un niño muerto por poliomelitis, pero hay centenares de niños muertos por la guerra.”
En los jóvenes se mantiene latente un espíritu ávido de ideales, están a la búsqueda del compromiso, pero suelen encontrarse con trabas sociales, desde el núcleo familiar, que le impiden, en primer lugar, tomar conciencia de una realidad nacional injusta y, en segundo, que obstaculizan los empeños para capitalizar su ánimo progresista en hechos que realmente incidan en la transformación social. De ahí que sea relevante que el llamado que Róger Arias, acompañante de Dora María Téllez, a la movilización social se dirigiera por igual a los jóvenes y a sus padres, a quienes les pedía concedieran a los hijos la libertad de acción.
No es ocioso recordar que el sociólogo alemán Herbet Marcuse, uno de los pensadores más influyentes en los movimientos estudiantiles de fines de los sesenta, pensaba que los jóvenes se encontraban en una posición privilegiada para la toma de conciencia por no haber culminado su periodo normalizador. La generación que hoy abre los ojos en Nicaragua no ha vivido los horrores de la guerra y no le teme a las consecuencias de la alternancia verdadera (no la que ha ocurrido en los últimos años entre el partido de Daniel Ortega y el de Arnoldo Alemán) o de la confrontación política y, por otro lado, aún no ha entrado en la angustia individualizada por un salario estable (aunque muchas veces insuficiente) y la resignación al status quo. Tienen la distancia suficiente para mirar críticamente e identificar los errores de la revolución sandinista, tal como escribe el joven poeta Daniel Ulloa (Managua, 1973): “En 1979 / en Nicaragua los jóvenes / soltaron un puñado de pájaros / pero olvidaron / soltar con ellos / también sus sombras”.


Los poetas que son

En Nicaragua resuenan los versos de Rubén Darío, aquel que le dijera a un presidente de Estados Unidos: “Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo, / el Riflero terrible y el fuerte Cazador, / para poder tenernos en vuestras férreas garras. // Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”
Este pueblo que ha sufrido tanto, ha dado al mundo poetas de primer nivel después del padre del modernismo latinoamericano: tenemos a José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal, Claribel Alegría, Daisy Zamora, Carlos Martínez Rivas y Gioconda Belli, por mencionar los nombres más conocidos. Es que la poesía no es una trivialidad social, los poemas representan alternativas a la visión del mundo que se ha instaurado. El lenguaje poético escapa de la realidad, es una caja de doble fondo que presenta en primera instancia sensaciones y emociones, pero que en segunda puede llegar a conmover los paradigmas del pensamiento.
Las vanguardias artísticas de principios del siglo XX creían que era necesario dislocar la unión entre la realidad y el lenguaje; que si el uso cotidiano había enmohecido los goznes del mundo, presentándolo en conceptos inmutables en apariencia, se podía modificar la realidad tangible empeñándose el poeta en la modificación de la herramienta de comunicación social, la palabra. De ahí que José Coronel Urtecho se permitiera liberar a la serpiente de su carácter ponzoñoso y decir “una serpiente dulce como un canto”.
El aliento poético está profundamente arraigado en la sociedad nicaragüense y, en cierta manera, le ayudó a sobrevivir a los más de cuarenta años de dictadura somocista. En 1962, patrocinados por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ernesto Cardenal y Ernesto Mejía Sánchez presentaron una antología de poemas revolucionarios, en la que los nombres de muchos autores fueron callados por miedo a las represalias. La poesía alcanza todos los ámbitos de la vida social: el chiste, el juego de palabras, el apodo; pero en el periodismo se dieron intercambios de gran relevancia, pues ambos géneros brindan testimonio de una circunstancia histórica. Así el periodista nicaragüense asesinado en 1972, Pedro Joaquín Chamorro, escribió en la década del cincuenta: “Anoche soñé que un tribunal compuesto por siete hombres me había llevado ante él para decirme: ‘Ciudadano Chamorro, se le condena a la búsqueda de una patria’.”
Al triunfo de la revolución sandinista, Ernesto Cardenal fundó talleres literarios en casi todos los rincones de Nicaragua y cuenta que tal experiencia brindó a los participantes, además del placer de encontrar la literatura, una toma de conciencia a partir del encuentro con la palabra y con la reflexión alrededor de la palabra. Muchos continuaron como campesinos, obreros, pescadores, pero algunos otros decidieron brindarse al pueblo como maestros o participando activamente en la política. En esos espacios también se buscaba fomentar el espíritu crítico –y el autocrítico– en aras de la conformación de una ciudadanía abierta a la democracia.
Los talleres de Cardenal cayeron en desuso y es inconcebible que en Nicaragua hasta ahora se empiece a impartir una licenciatura en filosofía, pero no en letras. Por eso es importantísimo el apoyo de los poetas consolidados al movimiento democratizador contra Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo. Entre ellos están los ya mencionados Cardenal y Belli, así como Claribel Alegría y Daisy Zamora; quienes se han encargado de difundir las condiciones nicaragüenses a otros puntos del planeta a partir del blog: http://poetascontraladictadura.blogspot.com/ Actualmente han conseguido el apoyo de destacados intelectuales que firmaron una declaratoria que exige al gobierno de Ortega atender las demandas de Dora María Téllez como representante de un amplio sector de la sociedad nicaragüense. Entre otros firmantes aparecen Juan Gelman, Mario Benedetti, Salman Rushdie y Noam Chomsky.


Este texto se anunció como un ejercicio de conmemoración, es decir, recordar de manera compartida, ya que los vínculos de Tabasco con Nicaragua están más allá del nombre de la avenida César Sandino. Por estas tierras cruzan día a día decenas de hombres y mujeres procedentes de aquel país, y muchos de ellos han dejado en estos humedales poco menos que su vida. Lo que nos resta por hacer, como pueblos hermanos que somos, es señalar la tiranía y aceptar la invitación que poetas valerosos nos hacen a descubrir su esperanza, que en ello se les va la vida. Y, por ser conmemorativo, vale traer nuevamente las palabras de Darío: “Poned ante ese mal y ese recelo / una soberbia insinuación de brisa / y una tranquilidad de mar y cielo”.

martes, 9 de septiembre de 2008

Juan Gelman repudia el acoso al poeta E. Cardenal

publicado en Milenio Diario


El poeta argentino Juan Gelman, Premio Cervantes 2007, se unió ayer a las condenas de otros escritores de todo el mundo por las injurias contra el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.“Por fin puedo expresar mi repudio a este acto contra Ernesto Cardenal de quienes de sandinistas ya no tienen nada y ni al taco del zapato le llegan al gran poeta, al gran humanista, al gran religioso”, escribió Gelman en un mensaje difundido ayer por correo electrónico.El intelectual argentino dice que: “Puedo ahora declarar públicamente que me alegra haber rechazado la Orden de Rubén Darío que “Daniel (Ortega) y Rosario (Murillo)” —según me dijo por teléfono el embajador de Nicaragua en Cuba— querían otorgarme”.“Esos nombres, Rubén Darío, Ernesto Cardenal, seguirán vivos cuando la infamia se apague”, añade Gelman.En agosto, un juez condenó a Cardenal a una multa de 20 mil córdobas (mil dólares) por injurias al empresario alemán Inmanuel Zerger, con quien enfrenta una antigua disputa de tierras. Cardenal, de 83 años, calificó la sentencia de “ilegal” y una “venganza” de Ortega. El poeta fue ministro de Cultura en el primer gobierno sandinista (1979-90) y propuesto en 2005 y 2007 como candidato al Nobel de Literatura. Su enemistad con Ortega obedece a los “pactos” de éste con el ex gobernante Arnoldo Alemán, condenado por corrupción.En tanto, la periodista y dirigente feminista, Sofía Montenegro, responsabilizó ayer a Ortega y a su esposa de un eventual atentado en su contra. Montenegro es dirigente del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM), que se vincula a feministas de Paraguay y Honduras que repudiaron la presencia de Ortega en esos países, por una demanda de violación entablada por su hijastra, Zoilamérica Narváez en 1998. “Hay una campaña terrorista e infamante contra mi persona, y detrás de ella está la intención de matarme”, denunció Montenegro, quien además dirige junto con el periodista Carlos F. Chamorro el Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO).


Managua. Agencias
seccion("Fronteras")
Para mayor información consultar el blog
poetas contra la dictadura.

lunes, 1 de septiembre de 2008

La voz queda y la que va de paso

por Agustín Abreu Cornelio
(publicado en Vanguardia)




Las calles de Tenosique son amenazantes como el silencio y turbias ante la posibilidad del grito. La actualidad es difícil con todos los términos económicos y políticos que rondan en los medios de información, pero lo es más para los pobladores de este municipio periférico del estado de Tabasco, el más retirado de su capital, el que se arrincona en el margen del estado. Este sitio, con su avenida en la que los baches conviven con las zonas peatonales recién pintadas, se ha convertido rápidamente en punto medular para el tránsito de mercancía ilegal, desde ropa y fayuca, hasta armas, personas y drogas. La realidad es que duele hacer esta última enumeración, en la cual el sustantivo “personas” se codea con otros que no se encuentran en el mismo nivel ontológico: en principio, porque armas y drogas son objetos, pero además son incitadores de la violencia y de la perversión de cuerpos y conciencias, caso contrario al de la mayoría de los migrantes centroamericanos que ponen los pies en nuestro país con la esperanza de conseguir una remuneración más digna por su trabajo.
Las calles son amenazantes por todas las injusticias que se callan o se hacen callar: un gran porcentajes de los indocumentados que ingresan al país puede dar cuenta de las vejaciones que sufren por parte de pandillas y grupos paramilitares (maras y zetas), pero también de autoridades como policías municipales, estatales, federales, agentes de migración, etc. ningún nivel de la jerarquía está limpio. De ahí que sea más relevante la presencia de una voz sonante, grave y decidida como la de Blas Alvarado, fraile de profesión, quien dirige los esfuerzos para apoyar y salvaguardar los derechos de los migrantes.
El día anterior a la entrevista, Blas Alvarado cumplió doce años de dirigirse desde el altar a la concurrencia y en días posteriores estuvo al frente de una convención pastoral que incluyó manifestaciones públicas a favor del respeto a los cientos de centroamericanos que hacen escala en Tenosique a la espera del tren que los llevará más al norte, los cientos que llevan valor en las mochilas para poder enfrentarse al riesgo. El veintiséis de mayo pasado, junto con otros coordinadores de casas y asilos que conforman la Pastoral de Migrantes, Blas Alvarado recibió un reconocimiento de parte de los Ombudsman centroamericanos, ante lo cual se siente honrado pero no duda en aceptar la felicitación con lo siguiente: “La verdad es que nosotros no tenemos un recurso destinado a gastos de representación, viáticos, talleres, cursos, y tampoco creemos en el burocratismo ni en la publicidad de los grandes talleres y convenciones, ya que de lo que se consigue en ellos aterriza, se concreta, una mínima parte para solventar la situación real del migrante. Hay grandes acuerdos internacionales firmados, etcétera, y quién le ha ayudado al migrante: la misma situación de hace años, prevalece ahora. Los únicos que han entrado al quite con esa situación son las ONG’s y las iglesias diversas –porque la pastoral de migrantes que se ha establecido aquí no es exclusiva de la iglesia católica, está también el Ejército de Salvación.”
Para enmarcar mejor la situación, antes de iniciar la entrevista, un apagón enturbió aún más el ambiente que se vive en la parroquia de San Román. Justo cuando Fr. Blas dio la bendición a un nuevo enlace matrimonial, la luz se nos calló como en la espera de un grito desgarrador, pero lo que vino fue la voz sosegada y argumentada del religioso contestando mis preguntas, la voz queda como la campana que en algunos pueblos ordena el resguardo.

***


–¿Hay una red bien establecida de casas del migrante? ¿Ustedes pueden decirle a la gente que viene de paso a qué lugar acudir?
–Nosotros tenemos un folleto con las direcciones de todas las casas del migrante a lo largo del país, de tal manera que el migrante sabe que si llega a Veracruz, a Puebla, al DF, Sonora, Chihuahua, en fin, a dónde acudir. Lo que nosotros creemos, dadas las circunstancias que prevalecen, es que la frontera de Tenosique va a desplazar en poco tiempo a Tapachula en número de migrantes. De hecho la ha desplazado, porque cuando se “descompuso” la vía del tren, los migrantes empezaron a salir por acá. Nosotros trabajamos en siete puntos naturales de cruce, aparte del oficial que es El Ceibo, que el migrante no utiliza nunca. Hemos pugnado en las instancias oficiales para que México inicie el proceso de una reforma migratoria para los centroamericanos: no un libre tránsito, sino controlado, que conceda documentos al migrante, lo cual permitiría que haya un ingreso económico –por si al gobierno le interesa–, se expondría menos al migrante a ser presa de la fuerte delincuencia fronteriza, habría una disminución de la corrupción que ejercen las diferentes dependencias en torno a los migrantes e, inclusive, se tendría un mejor control sanitario –porque a veces al migrante se le tacha de que porta enfermedades, y yo digo que si esto existiera es a causa de la negativa de México para dar entrada legal a estas persona que van de paso, son transmigrantes. Pero ciertamente, le estamos haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos. Yo digo que la frontera de Estados Unidos se corrió y ahora está en Tapachula y en Tabasco, eso molesta un poco al gobierno, pero es lo que parece porque el país del norte manda a México que sea su primer filtro migratorio de las personas que se dirigen hacia allá.

–Hay un par de cuestiones que acaba de mencionar: el reconocimiento institucional de los derechos del migrante y, por el otro lado, la corrupción de las mismas instituciones. ¿Cómo deshacer esta ecuación para que sólo perviva el primer término?
–De hecho sabemos que si el migrante, para reglamentar su entrada a México, fuera sujeto de una documentación habrían situaciones corruptas, pero serían las menos en comparación con lo que existe ahora, pues al migrante no se le brinda ninguna oportunidad para que pueda entrar de una manera regulada al país. En realidad, cuando no ponemos a analizar esta situación, creo que el gobierno jamás realizaría una reforma migratoria porque es un negocio redondo, es un círculo vicioso que ya se ha formado y que va a ser muy difícil erradicar. Cuando un círculo vicioso se ha cerrado y se ha mantenido durante mucho tiempo, la erradicación del mismo será difícil, pero no imposible. Así como se llevó años la conformación de ese círculo vicioso que hasta ahora está tan fuerte, se llevará muchos años para ir corrigiendo poco a poco los atropellos, las violaciones de los derechos humanos de los migrantes.

–Creo que las organizaciones religiosas tienen un arma importantísima y fundamental, que es poder sensibilizar respecto del sufrimiento ajeno. Ahora, esa arma ayuda a crear conciencia del problema, pero ¿cómo modificar la situación concreta?
–Es un proceso gradual, bastante largo, en el que vemos que la imagen degradada del migrante ha ido superándose. Esa imagen del migrante como delincuente, maleante, como un ser negativo, se ha ido transformando y ahora lo consideran como una persona que necesita, que está viviendo una situación crítica en su país, como muchos de nuestros connacionales la viven y se tienen que ir. No hay el arriesgue por parte de la mayoría de la gente para hablar por el migrante, defenderlo, pero el hecho de que no se le tache de criminal es un gran avance. Y la iglesia ha ido trabajando en ello. Sabemos que hay muchas labores humanitarias a favor del migrante: darles de comer, hospedarlos, curarlos si van enfermos, pero no estaría completa nuestra labor, que debe ser integral, si no creáramos consciencia en toda la gente, si no fuésemos presionando al gobierno para que sea menos agresivo contra los derechos del migrante y les conceda algunas facilidades.

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En la casa parroquial, resguardados del hambre de las autoridades, pude escuchar las voces que están de paso: Noel Carrión, Lucas Carrión, Marvin Henríquez, Enrique Valdez, hondureños todos, externaron su miedo y su fe, aunque en la balanza es la palabra más breve la de mayor peso. En ellos me sorprendió el desinterés de su búsqueda, ya que están informados de las condiciones de segregación racial y de los operativos antiinmigrantes de la unión americana, pero es una meta común en todos ellos (padres de familia) poder brindar un mejor futuro a su descendencia. Persiste en ellos, además de la fe en Dios, la certeza de que el factor de cambio más poderoso es la educación. Afirma Marvin Henríquez (quien se dedicaba a la agricultura) que el viaja a Estados Unidos para que sus hijos estudien en una escuela privada, ya que “la educación que da el gobierno es tan corrupta como los políticos”. “Mis hijos van a ser ingenieros, de menos” asegura Marvin.
Ellos están decididos a romper el “círculo vicioso” que impide una mayor equidad social. Noel Carrión cuenta que él fue un buen estudiante, pero no pudo continuar más allá de la primaria porque sus padres no poseían los recursos económicos necesarios; aunque sí aprendió un oficio, la carpintería, él sabe que con la remuneración que percibe por su trabajo no podrá brindar a su hija un futuro mejor de lo que la vida le ha concedido a él, pesares. Una hondureña, cuyo nombre no quiso ceder, asegura que en su caso no el problema no era el desempleo: “Yo soy costurera de alto nivel, en cualquier maquiladora consigo empleo, pero no alcanza para mantener a mis tres hijas”. Es madre soltera y, aunque afirma que el padre de dos de ellas le manda dinero desde Estados Unidos, se las ha visto negras y ahora viaja a paso lento, pero seguro.
Estos son los personajes que Fray Blas protege y orienta en su tránsito, es la voz efímera que deja su huella sobre el eco.



***

–La migración es un fenómeno que se produce por circunstancias sociales críticas, de Centroamérica en este caso…
–En realidad, siendo muy críticos, viéndolo a profundidad y haciendo un análisis severo de toda la situación consideramos que Estados Unidos está manteniendo lo que existe en la frontera, el círculo vicioso de que hablaba antes. A Estados Unidos le conviene mantener el estado de pobreza y marginación en Centroamérica porque todo el movimiento migratorio de Centroamérica hacia el norte, reditúa al mismo Estados Unidos. Es un negocio. No solamente por la mafia que se dedican al tráfico de personas, sino por otras situaciones. Si Centroamérica llegara a tener la capacidad de dar trabajo a sus habitantes, nosotros consideramos que habría un desfasamiento en la economía gringa. Eso es muy cierto, les conviene mantener el círculo de pobreza, para que haya movimiento; no se les da oportunidad de generar fuentes de empleo y un modo digno de vivir para que el migrante se vea en la necesidad de salir de su país. El migrante genera una economía desde el momento en que sale de su tierra, y aún dentro cuando lo contactan quienes van a transportarlo; una economía de la cual se tienen número –así nomás al aventón– muy altos, por lo menos en México sólo el narcotráfico superaría al tráfico de personas. Entonces, vemos a la mayoría de los gobiernos de Centroamérica –la mayoría, otros sí se avientan contra las circunstancias– viviendo bien, pero el resto del país… Como decía un mandatario centroamericano: hay quienes dentro de esta región están supeditados y vendidos como gobierno a Estados Unidos, y quienes quieren levantar la voz para sacar avante a su pueblo son aplastados y son callados. Algunos los tacharían de comunistas, pero es una realidad que se debe analizar y superar.

–¿Para usted el viaje de los migrantes es en busca de una mejoría económica o implica una reivindicación de su esencia humana?
–En realidad el migrante, cuando sale de su país sabe que va expuesto a un sin fin de vejaciones, y cuando llega a su destino, Estados Unidos, va a seguir siendo vejado por mucho tiempo mientras permanezca allá de manera ilegal, y aún cuando llegara a obtener su documentación, por el hecho de ser originario de otro país, siempre se le va a denigrar. Entonces, la mayoría de los migrantes que vienen de Centroamérica (en su mayoría hondureños, pocos guatemaltecos, salvadoreños o nicaragüenses) pues van con la intención de tener un modo de vida más desahogado. Si platicas con los hondureños ellos te dicen cuánto ganan en un día, cuántas lempiras y cuanto equivale en pesos, y si lo comparamos con la mayoría de nosotros, ellos se encuentran en una situación demasiado crítica. Qué programas de apoyo hay en su país: casi no hay nada. A nosotros a veces nos da no sé qué recibir reconocimientos de esos países cuando quisiéramos gritarles que mejor vean por el pueblo donde viven, que armen políticas que solucionen lo que están viviendo, porque aunque pasen por acá y sepan que nosotros les vamos a echar la mano, esa no es la solución. Yo creo que mucha gente, sobre todo los gobiernos, están esperanzados a las remesas, a lo que pudieran obtener por mantener en una situación de pobreza que dé lugar a la migración.

–¿Qué opinión le merece la frase de que “la pobreza es un pecado social”?
–Es así. Es un pecado social porque la pobreza no es el fruto de un crecimiento desmedido de la población, no es que la población sea floja, la pobreza no es consecuencia de que nos estamos acabando el planeta, sino que es el fruto de la desigualdad, del acaparamiento, de la falta de solidaridad, de la explotación que los poderosos ejercen sobre los que menos tienen. Cuando haya una justicia real de los que tienen más para los que tienen menos, nadie pasará hambre, no habrá esa pobreza. Pero desgraciadamente la riqueza está en manos de unos cuantos, y esos cuantos cuando invierten su capital quieren ganar a costa del hambre y de la explotación de los otros. Por eso se dice que la pobreza es un pecado social.

–¿Esta idea de algunos teólogos, como Leonardo Boff, que dice que para poder evangelizar al pueblo primero hay que ofrecerle condiciones dignas de vida?
–Es cierto. Cuando nosotros estudiamos teología, estudiamos algunos documentos de Leonardo y de Clodovis Boff, de los padres de la teología en América, analizábamos y veíamos con claridad que sí, ciertamente no le puedes ensañar a un niño el padre nuestro si tiene la panza vacía. La evangelización debe ser integral y la base fundamental es bíblica, aun para los teólogos de la liberación –que no son tan fundamentalistas–: Jesús no se preocupó sólo de que aprendieran la doctrina, sino que se preguntaba quién les va a dar de comer a la gente hambrienta. Nuestra evangelización, como iglesia, debe ser integral. No solamente debemos exigirle al pueblo que venga a misa, que comulgue, se confiese y rece, sino que también debemos caminar a su lado en la búsqueda del pan de cada día.

–¿Cuál es el ideal de ser humano?
–El ideal es vivir con dignidad, considerando de quien venimos, hacia dónde vamos y en quién nos movemos, que es Dios, nuestro ideal debe ser vivir con él, asemejarse realmente a Dios.

–¿Y el ideal como sociedad?
–Una sociedad justa donde no deberían existir las jerarquías piramidales: yo soy más, tu eres menos. Una sociedad que fuera circular en donde todos fuéramos iguales, con diferentes dones, carismas, ministerios, pero siempre enfocados hacia la dignificación del hombre.

–Tenía ganas de leerle un par de versos de Ernesto Cardenal, pero las condiciones nos lo impiden. Yo considero que el proyecto de la comunidad de Solentiname, que echó a andar Cardenal, fue algo maravilloso y paradigmático. ¿Usted cree que habría condiciones para intentar algo bajo ese modelo en nuestro estado o nuestro país?
–Yo pienso que sí. Lo único que falta, y decimos con tema, es que la iglesia en México da muchos pasos atrás en relación a otros países en donde maravillosamente el impulso de una nueva evangelización de mayor compromiso, de mayor incidencia en esa búsqueda de la dignidad del hombre, viene de la jerarquía. Cosa que no sucede en México. Aquí la búsqueda de esa dignificación viene de la base, de los pobres que no tienen títulos. Pero consideramos nosotros que sí es posible porque hasta los de la alta jerarquía debemos ser evangelizados, y somos evangelizados por los pobres porque nos cuestionan en la misión y en el ministerio que estamos desarrollando.

***

El apagón duró algunos minutos más, pero esa voz clara como el color de la investidura religiosa de Blas Alvarado, se empeñaba en cintilar muy queda, como un murmullo, como una canción de cuna entre la amenaza del silencio y la del grito.

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