lunes, 11 de febrero de 2019

“Las mujeres de mi tierra”, de Alda Espírito Santo



Trad. Agustín Abreu Cornelio

Hermanas de mi pequeño terrón
que pasan a través de mi país de África,
es para ustedes, hermanas, mi alma entera
—hay en mí una laguna amarga—.
Quisiera hablar con ustedes en nuestro criollo meloso,
quisiera llevar hasta ustedes el mensaje de nuestras vidas
en lengua maternal, bebida con la leche de nuestros días primeros.

Pero, hermanas, buscaré un idioma prestado
para mostrarles nuestra tierra,
nuestro gran continente,
de una punta a otra.
Quisiera que descendiéramos a nuestras playas
donde ustedes arrastran las gibas del litoral,
sentarme en la estera de nuestras casas,
contar junto a ustedes los diez mil reyes
de los granos vendidos
en la tienda más cercana,
del vino de palma
regateado en los caminos,
del andín[1] vendido en piñas,
en las primeras horas del día.

También quisiera
conversar con las lavanderas de nuestros ríos,
sobre la ropa de cada día,
sobre la salud de nuestros hijos
roídos por la fiebre
recorriendo leguas camino a la escuela.

Hermana, nuestra plática es larga.
Es larga nuestra plática.
A través de los siglos
de servidumbre y miseria…
Es largo el camino de nuestra pena.
Nuestros pies descalzos
están cansados por tanto trabajo…
El dinero no llega
para vencer nuestra hambre
de nuestros hijos
sin trabajo,
engullendo plátano sin pescado
por muchos días de penuria.

No haremos más “nozados”[2] largos
ni lanzaremos al mar
en las fiestas de Santos sin nombre
la salud de nuestros bellos niños,
la esperanza de nuestra tierra.

Una larga plática, hermanas.
Vamos a juntar nuestras manos
callosas por abrir carozo,
sucias de plátano
fermentado en el “macucu”[3]
en nuestra cocina
de “vaya a plegar”…

Nuestra tierra es linda, amigas,
y queremos
que sea grande…
¡A lo largo del tiempo!...
Pero es necesario, hermanas,
conquistar las Islas enteras
de pe a pa.

Amigas, nuestras manos juntas,
     nuestras manos negras
cogiendo nuestros sueños estériles,
barriendo con furia,
con la furia de nuestras “palayés”,[4]
     de nuestros mercados,
las cosas malas de nuestra vida.

     Pero es necesario conversar
a lo largo de los caminos.
     Tú y yo, hermana mía.
Es necesario entender nuestro hablar
     juntas tomadas de las manos,
¡hagamos nuestra fiesta…!

     La fiesta descenderá
a través de todos los pueblos,
agitará las palmeras más gigantes
     y tendrá una fuerza grande
pues estaremos juntas, hermanas,
     juntas en la vida
     de nuestra tierra.


Pero es necesario conocer
la razón de nuestras angustias secretas.
     Procurar vencer, hermanas,
la furia del río
     en días de tornado,
     saber la razón,
encontrar la razón de todo…
“Nuestros hijos,
nuestro hijo murió
     roído por la fiebre”…
Muchos pequeñitos
     mueren todos los días
     vencidos por la fiebre,
     vencidos por la vida…
………………………………………………..
No gritaremos más
     nuestros cánticos dolorosos
preñados de eterna resignación…
Otro canto se elevará, hermanas,
por encima de nuestras cabezas.
Procuremos la razón.
La hora de nuestras razones vencidas
se avecina.
La hora de nuestra plática
será larga.
Alrededor de las semillas,
alrededor de las cartas
escritas por otros,
porque el hambre es grande
y no sabemos leer.
No sabemos leer, hermanas,
pero vamos a vencer el miedo.

Vamos a vencer nuestro miedo
a estar solas en la tierra inmensa.
Jamás estaremos solitarias…
Porque nuestra fuerza ha de crecer.
Entonces conquistaremos
     para nosotras,
para los hijos engendrados en nuestro vientre,
en nuestras horas de Angustia,
     —para nosotras—
nuestra bella tierra,
en el día que se avecina
saliendo de nuestras bocas,
     una palabra bella,
bella y silenciosa,
la palabra más bella
seseada en nuestro criollo,
la palabra sin nombre
     entonada en silencio
     por un coro gigante,
corriendo a lo largo de nuestras cascadas,
de las cataratas más distantes,
el canto del silencio, hermanas,
ha de sonar
cuando llegue la “gravana”,[5]
a lo largo de nuestras pláticas
en el atardecer en nuestras casas
     sin nombre.



[1] Palma de origen africano de cuyas piñas se extrae un aceite muy apreciado por la industria actual.
[2] En Santo Tomé y Príncipe, ceremonias rituales en memoria de los muertos.
[3] Conjunto de tres piedras colocado en el fuego para sostener las ollas.
[4] En Santo Tomé y Príncipe, nombre que se da a las mujeres dedicadas al procesamiento y comercialización del pescado.
[5] En Santo Tomé y Príncipe, la estación de sequía que va de mayo a octubre.


Alda Espírito Santo (1926-2010) es una de los poetas más importantes de Santo Tomé y Príncipe, pequeño país africano en cuya independencia de Portugal colaboró. Su libro más importante, É nosso o solo sagrado da terra, fue publicado en 1978; Alda, además, es la autora de la letra del himno nacional de su joven patria.
La presente traducción no hubiera sido posible sin los comentarios de Luana Moreira Reis (quien además me dio a conocer a esta poeta) y otros participantes de AddVerse, círculo de poesía de la Universidad de Pittsburgh, a quienes les estoy muy agradecido.

Entradas populares