por Ariel Lemarroy
Quién iba a decir que en todas las
colonias iban a aparecer montañas de basura como un último homenaje a la época neoliberal, porque allí estaban los televisores comprados en abonos, los dvd's, los automóviles bañados de lodo, inservibles, como los muebles estilo Chippendale junto a los librso de Paulo Coelho de las bibliotecas light, como las latas de refresco rescatadas del lodo por los indigentes que hurgan en busca de comida, de un pedazo de silla, de un televisor inservible que llevan a su casa quién sabe para qué, porque cuando uno pregunta, y responden, Para lo mismo que lo tenían los ricos, por lo que no queda más que imaginarse que los van a colocar en un nicho para rendirles culto ahora que las imágenes religiosas se cubrieron de lodo.
Después que descendieron las aguas se comenzó a hablar de milagros. Cuál milagro, me dice una mujer en la colonia Municipal, no se salvó nada, ni siquiera los libros que ya no sirven para decorar las salas que ahora son lodazales donde aparecen víboras y peces diablo.
Yo encontré camarones pegados a la pared, me aseguró otra mujer frente a su casa en la calle Aureliano Colorado, en la colonia Municipal, y maldecía a esos peces diablo, o plecostomus, de la familia de los loricáridos, que quién sabe cómo llegaron desde Brasil hasta los ríos de Tabasco.
Y no estoy soñando, ni he tomado licor, ni he leído novelas de realismo mágico, pero los vi sobre la cama, algunos muertos y otros aleteando entre la fetidez de los desechos orgánicos, y los había también sobre la mesa, en el sofá y en la cocina, junto a los cuerpos moribundos de las ratas.
Y ahora asómese usted al interior de la casa, me dijo la mujer cuando se dio cuenta de la cámara que yo traía colgada del pescuezo y del gafete que me acreditaba como reportero.
Después de eso no pronunció más palabras, porque como dicen los cronistas de sociales, "se le formó un nudo en la garganta".
Yo la veía de reojo mientras tomaba fotos de la sala, y observé cómo se le corrían las lágrimas sobre la cara recubierta de polvo, polvo de verdad, no como en las telenovelas, porque en la casa flotaban hojas impresas con mensajes de una iglesia cristiana.
El agua no respetó nada, volvió a decir la mujer, y entonces vi el letrero de metal clavado en la fachada: "En este hogar somos católicos, no aceptamos propaganda protestante".
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