Poema publicado en 2012 en la revista Border Senses.
A
Es
la dureza lo que anhela el agua, el contagio con la piedra y su arenado
desdecirse en la memoria del potrero. Anhela un pardo mineral que desdiga el
valor de lo fluyente. De tal modo, alguna vaca podría darle el favor de su
lamido y, más allá del rumen, agua y piedra se nutrirían hasta llegar a ser
carne o excremento.
B
Agua
y piedra han fundado siempre la paz con su romanza al interior de los bovinos.
Se han desenfundado al filo con el que desata el matarife los nudos de la vaca;
con el que la conduce al mejor sitio de los besos.
C
Hay himenópteros que trazan su ansiosa
caligrafía en la grasa de los mataderos; gozan las astillas de los cuernos con
que libró el cariño la reyerta. (Incluso hay quienes corren el riesgo de perder
la cabeza ante el sudor del matarife.) Ningún residuo del amor es vano para las
cavidades del hormiguero. Todo lo ponen en sus lomos, pero nada es suficiente.
La escalinata es larga y cada hormiga busca erguir el extremo de su sombra. ¡Ay, himeneo, ay, himenópteros!