de Pablo Neruda
Residencia en la tierra (1935)
Difícilmente
llamo a la realidad, como el perro, y también aúllo. Cómo amaría establecer el
diálogo del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa, describir los acordeones,
celebrar mi musa desnuda y enroscada a mi cintura de asalto y resistencia. Así
es mi cintura, mi cuerpo en general, una lucha despierta y larga, y mis riñones
escuchan.
¡Oh Dios,
cuántas ranas habituadas a la noche, silbando y roncando con gargantas de seres
humanos a los cuarenta años, y qué angosta y sideral es la curva que hasta lo
más lejos me rodea! Llorarían en mi caso los cantores italianos, los doctores
de astronomía ceñidos por esta alba negra, definidos hasta el corazón por esta
aguda espada.
Y luego esa
condensación, esa unidad de elementos de la noche, esa suposición puesta detrás
de cada cosa, y ese frío tan claramente sostenido por estrellas.
Execración
para tanto muerto que no mira, para tanto herido de alcohol o infelicidad, y
loor al nochero, al inteligente que soy yo, sobreviviente adorador de los
cielos.
Una lectura de este poema puede escucharse en aquí.
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