lunes, 28 de mayo de 2018

Ciudadano: Un poema estadounidense (fragmentos)

por Claudia Rankine
Trad. de Agustín Abreu Cornelio

Cuando estás sola y tan cansada incluso para encender alguno de tus aparatos, consientes demorarte en unos ayeres amontonados entre tus almohadas. Usualmente estás anidada bajo cobijas y la casa está vacía. A veces la luna se ausenta y, más allá de la ventana, el cielo raso y gris parece accesible. Su luz oscura se degrada siguiendo la densidad de las nubes y caes en aquello que fue reconstruido como una metáfora.

El itinerario es a menudo asociativo. Hueles bien. Tienes doce y asistes a la escuela Sts. Philip and James, en White Plains Road, y la chica que se sienta detrás te pide hacerte a la derecha durante los exámenes para que pueda copiar lo que escribas. La hermana Evelyn tiene la costumbre de pegar los 10 y los reprobados en la puerta del clóset para los abrigos. La niña es católica, con cabello castaño a la cintura. No puedes recordar su nombre: ¿Mary? ¿Catherine?

En realidad, ustedes nunca hablaban, salvo por la ocasión que te pidió lo del examen y cuando luego te dijo que olías bien y que tenías rasgos más de gente blanca. Asumes que intentaba agradecerte por dejarte copiar y que se sentía mejor si copiaba a una persona casi blanca.

La hermana Evelyn nunca notó su acuerdo, tal vez porque nunca te volteaste a copiar las respuestas de Mary Catherine. La hermana Evelyn debía pensar estas dos niñas piensan tan parecido o a ella no le importaba tanto la trampa como la humillación o, en realidad, nunca te vio allí sentada.

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Gracias a tu estatus privilegiado ganado por un año de viajes, te has instalado en tu asiento de ventanilla en United Airlines, cuando una niña y su madre llegan a tu fila. La niña, al mirarte, le dice a su madre: estos son nuestros asientos, pero no esperaba esto. La respuesta de la madre es casi inaudible: ya veo, le dice, yo me sentaré en medio.



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Una mujer desconocida quiere convivir contigo en la comida. Estás de visita en su campus. En la cafetería ambas piden ensalada césar. Esta coincidencia no significa el comienzo de nada, pues apunta inmediatamente que ella, su padre, su abuelo y tú, todos, asistieron a la misma universidad. Ella quería que su hijo fuera allí también, pero a causa de la “acción afirmativa”* o algo de las minorías —no está segura de cómo lo llaman en estos días y, ¿no se suponía que lo eliminarían?— su hijo no fue aceptado. No estás segura de si debes disculparte por esta falla en el programa familiar de tu alma máter; en cambio, le preguntas dónde acabó su hijo. La prestigiosa escuela que menciona no parece mitigar su irritación. Este intercambio, en efecto, acaba con tu comida. Las ensaladas llegan.

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Una amiga argumenta que los americanos batallan entre el “yo histórico” y el “yo mismo”. Con esto quiere decir que ustedes mayormente interactúan como amigas con intereses mutuos y, casi siempre, personalidades compatibles; sin embargo, a veces sus yoes históricos, su yo blanco y tu yo negro, o tu yo blanco y su yo negro, llegan con toda la fuerza de su condición americana. Así puestas frente a frente unos segundos, las afables sonrisas se borran de sus bocas. ¿Qué has dicho? Instantáneamente sus apegos lucen frágiles, tenues, sujetos a cualquier transgresión de su yo histórico. Y, a pesar de que sus historias personales conjuntas habrían de salvarlas de malentendidos, ellas son usualmente la causa de que entiendas demasiado bien lo que se está diciendo.




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Tu pareja y tú van a ver la película La casa en que vivimos. Le pides a un amigo que recoja a tu hijo de la escuela. En el camino de regreso a casa, el teléfono suena. Tu vecino te cuenta que, desde su ventana, observa a un amenazante hombre negro checando ambas casas. El tipo camina de un lado a otro hablando consigo mismo y parece trastornado.

Le dices a tu vecino que tu amigo, a quien ya conoce, está hoy de niñero. Él dice que no, que no es él. Que él conoce a tu amigo y éste no es aquel amable joven. De cualquier modo, quiere decirte que llamó a la policía.

Tu pareja llama a tu amigo y le pregunta si hay algún hombre yendo y viniendo frente a tu casa. Él dice que, si hubiera alguien, lo habría visto pues él está parado afuera. Escuchas la sirena a través del teléfono.

Tu amigo habla con tu vecino cuando llegas a casa. Las cuatro patrullas se han ido. Tu vecino está disculpándose con tu amigo y ahora se disculpa contigo. De algún modo te sientes responsable por las acciones de tu vecino; torpemente le dices a tu amigo que la próxima vez que quiera hablar por teléfono vaya al patio trasero. Te observa por un largo minuto antes de decir que puede hablar por teléfono donde él quiera. Sí, por supuesto, le dices. Sí, por supuesto.




* N. del T. Determinación legal de EEUU que obliga a los centros educativos a incluir cierto porcentaje de personas de minorías étnicas.


Claudia Rankine (Kingston, Jamaica, 1963) Poeta, dramaturga y ensayista estadounidense que ha sido galardonada en numerosas ocasiones por su trabajo literario. El amplio reconocimiento de su libro Ciudadano: Un poema estadounidense (Citizen: An American Lyric, Graywolf, 2014) le valió ser finalista del National Books Critics Award en dos categorías, hecho que no había ocurrido en la historia del certamen, y resultó acreedora del premio en poesía. Actualmente ocupa la Cátedra Fredrick Iseman de Poesía en la Universidad de Yale.

Más traducciones de Ciudadano, aquí.

Para comprar el libro en su idioma original, aquí.

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