martes, 18 de marzo de 2008

9/11 and the Numberless New Yorks

Cómo la ciudad se conoció a sí misma a partir de los fragmentos de su pasado.

Fragmentos de un artículo de Shelley Jackson
(trad. Agustín Abreu)

La

Algo viene. Qué es, aún no lo sabemos. Pero nosotros lo prevemos, porque nosotros predecimos el futuro. (El futuro está a la derecha. A la izquierda, un vacío encogido que luce ingenuo. Deberíamos saberlo: algo viene. ¿Pero qué?)

La ciudad

La ciudad, eso es. ¿Pero cuál ciudad? ¿O es una ciudad como esencia? Lo que sigue cambiará “la ciudad” que ya ha pasado –le concederá una dirección o le negará una.

La ciudad es

Claro que es; lo supimos desde el principio. “La” nos lo dijo; “la” no sólo apunta, también posiciona. Pero ahí no termina todo. “La ciudad” es predicada: algo viene. ¿Y qué hay sobre la nada empujada por el algo hacia el lado izquierdo? Ya es un recuerdo.

La ciudad es como

La ciudad es como varias cosas: una tormenta, una máquina, un diccionario, una enfermedad. ¿Qué será a esta hora? Algo viene.

La ciudad es como poesía:

***

Las palabras pasan al compás de la caminata. Tan altas como el promedio de los 12 años de edad, ellas son, en palabras de la artista Jenny Holzer, “lentas y blancas y fluctuantes”. Fantasmales, debería decir. Ellas se deslizan de derecha a izquierda, a poca distancia sobre el nivel de la mirada, a través de un muro de 20 metros de ancho. Están hechas de luz: patrones de on y off en cientos de líneas verticales de diodos tras paneles de cristal. Puedes ver un punto individual de luz sólo cuando observas inmediatamente enfrente; de izquierda a derecha, se nublan en una luminosidad general.

De espaldas contra el muro, hombres con auriculares y contadores se ocupan de presidir el lobby en lo alto del mármol. Ellos accionan el contador que extiende la longitud del muro en intervalos regulares. En la superficie lustrosa del mármol las palabras se repiten, invertidas. Ellas susurran a través de los guardias calvos, parpadean en el metal de las puertas de seguridad. Ellas se astillan con el cristal de las puertas giratorias. Ellas se enrollan lentamente en los cilindros de cristal que rodean las puertas y se apoyan en sus aspas cuando giran. “Ellas también se reflejan en los tornillos metálicos del techo”, dice Holzer, “que parecen desenroscarse”, y giró su dedo en el sentido de las manecillas del reloj.

Este movimiento –girar, torcer– rondan este trabajo, incluso en una visita fantasmal una noche antes de la inauguración: “Había una serie de pequeños, tornaditos casi estacionados soplando limpiamente las bolsas de basura alrededor y alrededor del edificio”, dijo Holzer. “Las bolsas nunca se posaban, así que se veían como almas. Fue alrededor de las 11 en punto de la noche, y el lugar estaba vacío a excepción de un guardia en el lobby.” El texto también va rodando y rodando; si dejas de mirar por un momento, tendrás que esperar más de 30 horas para leer lo que te perdiste. “Es bueno que sea un número raro”, dice Holzer, “porque significa que la gente que viene a trabajar a la misma hora probablemente nunca vuelva a ver el mismo texto.” En esas más de 30 horas podrías leer textos de poetas y arquitectos y compositores. Podrías leer poemas y cartas y libros de viaje. Y podrías leer un libro completo de E. B. White, Here Is New York, en el que escribe “La ciudad es como poesía.”

***

La ciudad es como poesía: ella condensa toda la vida, todas las carreras
y las razas en una pequeña isla y agrega musica y el
acompañamiento de motores internos. La isla de Manhattan,
no hay duda, la más grandiosa concentración humana en la Tierra

“Ella”, aquí, es la ciudad, pero “ella” también es poesía; poesía y ciudad condensadas en una, en este “ella” que, decimos, comprende por sí misma “toda la vida, todas las carreras y las razas” –tal como la pieza de Holzer condensa la plenitud en algo singular –una isla– que no es sólo una figura de la condensación ciudad/poema, sino de una isla específica: Manhattan.

Ahora tenemos una respuesta para nuestra pregunta primera. “La ciudad” no es cualquier ciudad. No es una forma platónica de la ciudad. Es una ciudad específica: Nueva York.

¿Pero cuál Nueva York? ¿La Nueva York de 1670 o 1948 o 2001?













La versión íntegra del artículo en inglés puede consultarse en http://www.poetryfoundation.org/archive/feature.html?id=178605



Shelley Jackson es una creadora multidisciplinar que gusta de las hibridaciones, ya que transgrede las limitaciones entre géneros y disciplinas, en busca de un nuevo vehículo expresivo más justo, lo cual la ha llevado a trabajar con los hipervínculos como elementos narrativos. Se pueden ver otras facetas de su obra en http://www.ineradicablestain.com/

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