domingo, 30 de marzo de 2008

La generación inexistente (fragmento)

(por Jaime Mesa)


“Escribimos solos pero no aislados”
José Emilio Pacheco

Como es ya una costumbre, sobre la marquesina se ha vuelto a poner la frase “relevo generacional”. Empieza a hablarse de una generación que aún no existe, que aún no ha hecho nada para demostrar su valía (porque un puñado de primeras novelas o segundas o terceras no es obra) y que simplemente se agrupa por haber nacido en los años setenta. En su edición de invierno 2004-2005 Blanco Móvil publica el ensayo “Historias para un país inexistente” de Geney Beltrán Félix (1976), donde ya comienzan a barajarse nombres como “Generación de la Crisis”, la “No Generación” de escritores nacidos a partir de finales de la década de 1960. Además de la edad, Geney le otorga otros rasgos: “la constatación de que no hay país” y que “ahora sólo existe la perspectiva personal, desunida, libre y en soledad”. De la misma forma, Rafael Lemus en su “Aquí, ahora: cuatro notas sobre la nueva novela mexicana”, publicado originalmente en la revista española Quimera (2007) y recientemente en Confabulario (Núm. 202, 1 de marzo 2008), arriesga una “radiografía de la nueva generación de escritores mexicanos”, según los editores, donde Lemus exige: “Escribir aquí y ahora: no puede pedirse algo más elevado a los nuevos narradores mexicanos. Si sólo cuatro de ellos actuaran de ese modo, la generación quedaría justificada. Porque hay una nueva generación y aún no se justifica”.

A Nosotros (y este nosotros es virtual; es un nosotros que sólo involucra el yo; a mí que ahora escribo), los nacidos en los setenta, nos tocó vivir como escritores el inicio del siglo XXI. Y ante nosotros tenemos una serie de preocupaciones (literarias y sociales) que son a la vez alientos:

1). La impostergable desaparición (una desaparición parcial, claro está) del libro como lo conocemos ahora. 2). El nacimiento en medio de una edad oscura donde la literatura mexicana no es otra cosa que una aparente repetición de intentos fallidos y donde no existe, ni siquiera, una nueva La región más transparente (en el entendido de que ésta es una primera novela y que su autor tenía 30 años y que apareció en 1958) que, acaso, alguien cerca del 2050 podrá repetir. 3). Además de la inquietante conciencia de ser antecedidos por una generación postboom, la de los sesenta que acuñó para explicar su presencia términos —o estrategias editoriales cuyos aportes estéticos son nulos— como McOndo, Crack, y Generación Fría que luego devino en Generación de los Enterradores. 4). También, como enigma (¿inútil? o ¿necesario?), la encrucijada de cien aristas que representa la noción de que actualmente (los ríos temáticos que corren en sentido inverso al gran mar que significó el Tema de la Revolución se están secando) no hay Tema Mexicano. 5). Y de la mano del anterior punto, la incertidumbre de la utilidad de encontrar o buscar el Tema Mexicano, a riesgo de que se confunda con un nuevo nacionalismo.

Tres, o más, podrían ser las posturas ante la catarata de propuestas de lo que los “jóvenes escritores” están haciendo o se vislumbra que harán. Las más representativas, quizá, son dos. La de los escritores que tratan de descubrir cuál es el siguiente Gran Tema (mexicano o no). Y la de los escritores que están en busca de una “obra honesta”, ramificación del individualismo que es, como dice Geney Beltrán, “la única comunidad viable para el escritor es la que él formará en torno de sus textos”.

Esta aseveración nos enfrenta con varios asuntos. ¿Estamos ante la continuación o el inicio?

Para arriesgar una sentencia que valga la entrada al juego de las predicciones (entendiendo que las otras vertientes, la del escritor solitario, casi atemporal, en busca de una obra maestra no necesita explicaciones) y para ubicar lo que en este momento pudiera tener prioridad (y en consecuencia, necesidad de estudio) diremos que estamos en el inicio del Ciclo, sentando las bases temáticas para las obras que habrán de escribirse. No es gratuito que a partir de 2000 una buena parte de las discusiones literarias o extraliterarias se han centrado en este asunto. Ni gratuito es el afán de definir generaciones, de nombrar o denostar grupos, de explicar tipos de literaturas, de hacer antologías, o revisiones de lo que se ha hecho, de sus logros, y de toda clase de arriesgados planteamientos que denotan una natural incertidumbre.

En 2005 Christopher Domínguez (1962) nos dice en qué momento no estamos: “La literatura latinoamericana tuvo su esplendor durante la segunda mitad del siglo veinte”. Luego advierte que por el momento no aparecerán obras como las de los grandes maestros latinoamericanos, y remata diciendo “ninguna cultura tiene por qué librarse de los placeres del estancamiento o de la decadencia”. A manera de cierre de década, quizá, a finales de 2007 Domínguez lanza su controvertido Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955-2005) donde sólo menciona a tres autores de los setenta. La generación aún no se ha ganado el derecho más que a ser nombrada como “nueva literatura”.







Artículo publicado en Laberinto, suplemento cultural del diario Milenio. Puede consultarse íntegro en http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/nota.asp?id=608863

martes, 18 de marzo de 2008

9/11 and the Numberless New Yorks

Cómo la ciudad se conoció a sí misma a partir de los fragmentos de su pasado.

Fragmentos de un artículo de Shelley Jackson
(trad. Agustín Abreu)

La

Algo viene. Qué es, aún no lo sabemos. Pero nosotros lo prevemos, porque nosotros predecimos el futuro. (El futuro está a la derecha. A la izquierda, un vacío encogido que luce ingenuo. Deberíamos saberlo: algo viene. ¿Pero qué?)

La ciudad

La ciudad, eso es. ¿Pero cuál ciudad? ¿O es una ciudad como esencia? Lo que sigue cambiará “la ciudad” que ya ha pasado –le concederá una dirección o le negará una.

La ciudad es

Claro que es; lo supimos desde el principio. “La” nos lo dijo; “la” no sólo apunta, también posiciona. Pero ahí no termina todo. “La ciudad” es predicada: algo viene. ¿Y qué hay sobre la nada empujada por el algo hacia el lado izquierdo? Ya es un recuerdo.

La ciudad es como

La ciudad es como varias cosas: una tormenta, una máquina, un diccionario, una enfermedad. ¿Qué será a esta hora? Algo viene.

La ciudad es como poesía:

***

Las palabras pasan al compás de la caminata. Tan altas como el promedio de los 12 años de edad, ellas son, en palabras de la artista Jenny Holzer, “lentas y blancas y fluctuantes”. Fantasmales, debería decir. Ellas se deslizan de derecha a izquierda, a poca distancia sobre el nivel de la mirada, a través de un muro de 20 metros de ancho. Están hechas de luz: patrones de on y off en cientos de líneas verticales de diodos tras paneles de cristal. Puedes ver un punto individual de luz sólo cuando observas inmediatamente enfrente; de izquierda a derecha, se nublan en una luminosidad general.

De espaldas contra el muro, hombres con auriculares y contadores se ocupan de presidir el lobby en lo alto del mármol. Ellos accionan el contador que extiende la longitud del muro en intervalos regulares. En la superficie lustrosa del mármol las palabras se repiten, invertidas. Ellas susurran a través de los guardias calvos, parpadean en el metal de las puertas de seguridad. Ellas se astillan con el cristal de las puertas giratorias. Ellas se enrollan lentamente en los cilindros de cristal que rodean las puertas y se apoyan en sus aspas cuando giran. “Ellas también se reflejan en los tornillos metálicos del techo”, dice Holzer, “que parecen desenroscarse”, y giró su dedo en el sentido de las manecillas del reloj.

Este movimiento –girar, torcer– rondan este trabajo, incluso en una visita fantasmal una noche antes de la inauguración: “Había una serie de pequeños, tornaditos casi estacionados soplando limpiamente las bolsas de basura alrededor y alrededor del edificio”, dijo Holzer. “Las bolsas nunca se posaban, así que se veían como almas. Fue alrededor de las 11 en punto de la noche, y el lugar estaba vacío a excepción de un guardia en el lobby.” El texto también va rodando y rodando; si dejas de mirar por un momento, tendrás que esperar más de 30 horas para leer lo que te perdiste. “Es bueno que sea un número raro”, dice Holzer, “porque significa que la gente que viene a trabajar a la misma hora probablemente nunca vuelva a ver el mismo texto.” En esas más de 30 horas podrías leer textos de poetas y arquitectos y compositores. Podrías leer poemas y cartas y libros de viaje. Y podrías leer un libro completo de E. B. White, Here Is New York, en el que escribe “La ciudad es como poesía.”

***

La ciudad es como poesía: ella condensa toda la vida, todas las carreras
y las razas en una pequeña isla y agrega musica y el
acompañamiento de motores internos. La isla de Manhattan,
no hay duda, la más grandiosa concentración humana en la Tierra

“Ella”, aquí, es la ciudad, pero “ella” también es poesía; poesía y ciudad condensadas en una, en este “ella” que, decimos, comprende por sí misma “toda la vida, todas las carreras y las razas” –tal como la pieza de Holzer condensa la plenitud en algo singular –una isla– que no es sólo una figura de la condensación ciudad/poema, sino de una isla específica: Manhattan.

Ahora tenemos una respuesta para nuestra pregunta primera. “La ciudad” no es cualquier ciudad. No es una forma platónica de la ciudad. Es una ciudad específica: Nueva York.

¿Pero cuál Nueva York? ¿La Nueva York de 1670 o 1948 o 2001?













La versión íntegra del artículo en inglés puede consultarse en http://www.poetryfoundation.org/archive/feature.html?id=178605



Shelley Jackson es una creadora multidisciplinar que gusta de las hibridaciones, ya que transgrede las limitaciones entre géneros y disciplinas, en busca de un nuevo vehículo expresivo más justo, lo cual la ha llevado a trabajar con los hipervínculos como elementos narrativos. Se pueden ver otras facetas de su obra en http://www.ineradicablestain.com/

viernes, 14 de marzo de 2008

Ingrata pérjida!



Hace poco más de un año se entonó esta canción al calor de unas helodias --eran momentos más felices-- y viajó vía satélite hasta Xalapa, Ver. Ahora va con la esperanza de tener a la destinataria pronto entre nosotros.

Saludes!

miércoles, 12 de marzo de 2008

¡Tierra a la vista, Capitán!

(por Agustín Abreu Cornelio.
Publicado en “Al Pie de la Letra en 2005)

“...he aquí que el poema,

ha una miríada de sueños

que se me viene desperdigando súbitamente de las manos como un cardumen joven de manjúas”

José Luis Rivas

Debo confesar que, al encontrarme ante un poeta de quien no tengo noticias previas, extremo mis precauciones; sin embargo, muchas veces he encontrado agradables sorpresas. Esto me ocurrió con Tierra nativa de José Luis Rivas, que no me fue del todo ajeno pues en su interior resuena el eco de mis más queridas lecturas (entre otros Rubén Darío y Xavier Villaurrutia). Y esa es una facultad propia de la poesía.

La mano de T. S. Eliot es la que más se destaca. Desde el título podríamos encontrar cierta reverencia a La tierra baldía, que es a la vez señal de una intención opuesta. La primera parte del poemario, La estación de los muertos, establece un diálogo con el primer poema de The waste land: “Abril es el mes más cruel...” inicia The burial of death, y Rivas responde “También enero es un mes cruel...” Además, The love song of J. Alfred Prufrock aporta el sugerente epígrafe de la cuarta parte de Tierra nativa, ¿Verdecen todavía aquellos montes?. Es en este apartado donde Rivas se aproxima más al estilo de Eliot, utilizando un amontonamiento de imágenes visuales y diálogo coloquial.

El poemario está dividido en seis partes, pero es, indudablemente, un sólo poema donde cada capítulo está íntimamente ligado con los demás. Podríamos percibirlo como una gran digresión poética de la infancia del autor. Ya decía Rainer María Rilke que la infancia, “esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo”, es una gran fuente de temas poéticos. Así mismo se delata el poeta: “en la mañana de mis treinta años / hundo la punta de mi pie en el agua cálida”, más claramente en los capítulos II y III, Una temporada de paraíso y La estrella de la infancia.

Pero también podríamos decir que el poemario describe el desarrollo de la sensualidad en el poeta. La descripción de la escena de apareamiento de las gallaretas y el obsceno grito del macho “la primera vez que lo escucháramos”, o de las delicias del espía que se enamora del olor de la mujer que no fue suya, o de las aventuras propias de la adolescencia en que los autos son tan sólo la excusa de los lugares apartados y la entrepierna. Y qué decir de las imágenes cargadas de erotismo que pueblan el poema: “Eso que era un cuerpo, ahora es sólo un estallido... ¡y los nervios chirrían!”

Nos falta hablar de la exhuberancia paisajista que José Luis Rivas coloca como engranaje del poema, es en ello donde cobra importancia el epígrafe de Gertrude Stein: “Al fin y al cabo cada quien es como es su / tierra y su aire... / Es eso que los hace y lo mismo que las artes que ellos hacen / y el trabajo que hacen y la manera en que comen / y la manera en que beben / y la manera en que aprenden y todo.” De esta manera nos enteramos no sólo de la naturaleza y el ambiente rural en que transcurre la infancia del poeta, sino también de las fumarolas de los pozos y del olor a petróleo. Sin dudarlo afirmaría que este es un poema tropical, la humedad, los colores y sabores, así lo delatan; además de ese discurrir entre la aventura y la vida propia de los lugares cálidos.

La fuerza primordial de la obra de Rivas es su fundamento vivencial, la experiencia personal. En Tierra nativa, el niño que fue y es José Luis Rivas se desdobla en una antífona dirigida hacia un capitán que acaso sea también él mismo o su recuerdo: “Y ahora, Capitán, / vayamos a tu tierra y su paisaje...”

viernes, 7 de marzo de 2008

Ajedrez

(Waldo Rojas, Chile 1944)

Antonius Block jugaba al ajedrez con la Muerte junto al mar


sobre la arena salpicada de alfiles y caballos derrotados.


Su escudero Juan, mientras tanto, contaba con los dedos las jugadas,


sin saberlo, en la creencia de que los que contaba eran peregrinos de una extraña


carvana.





(Y a mí que no me gusta el ajedrez sino en raras


circunstancias.


Yo, que pude luego de perder estruendosamente una partida


beberme una botella con el ganador y sostenerle el puño en alto).





Pero Antonius Block sin duda era un eximio ajedrecista


no obstante haber perdido el último partido de su vida.


Antonius Block, quien volvía de las Cruzadas, no tuvo en cuenta


que a Dios no le habría gustado el ajedrez


aun cuando de veras hubiera algún día existido.





Afortunadamente todo esto sucedía en una sala de cine.


El mundo en miniatura en tres metros cuadrados a lo más.


Los otros personajes han pagado las consecuencias al terminar


la función.





Sería bueno sostener ahora que el ajedrez está algo pasado de moda.


A pesar de la costumbre por los símbolos


y de los cuadraditos blancos y negros irreconciliables


en que se debate la vida


_________________a coletazos.











(Este post está dedicado a Raúl Pérez, por compartir el gusto de I. Bergman. Y para Mario Helguera, si algún día pasa por aquí.)

martes, 4 de marzo de 2008

La luz entre la sal y la humedad

La fotografía de David Doubilet

por Agustín Abreu Cornelio

Sería difícil establecer el momento en que la fotografía pasó de ser la simple captura de un instante para convertirse en un vehículo de la expresión artística. Sin embargo, no encontraríamos argumentos para desvirtuar el arte del francés Henry Cartier Bresson o el del mexicano Manuel Álvarez Bravo. Poco tiempo después de su invención, la fotografía se convirtió en una herramienta utilizada por distintas disciplinas científicas con el fin de crear un archivo gráfico de sus experimentos o descubrimientos. La Sociedad Real de Geografía e Historia, en Inglaterra, no tardó en incluirla en su mundialmente famosa revista de divulgación científica: National Geographic Magazine.

Algunos de los fotógrafos puestos al servicio de la ciencia han dado el brinco al ámbito artístico, sin alejarse de su primigenia función; tal como pasó originalmente con el fotoperiodismo de donde surgieron los ya mencionados Bresson y Álvarez Bravo, y los fundadores de la excepcional agencia Magnum. David Doubilet ha ilustrado con sus fotografías a más de sesenta reportajes de la National Geographic Magazine y hoy forma parte del National Geographic Photographer-in-Residence, “lo cual da a los fotógrafos la capacidad de salir, de desarrollar sus ideas y trabajar sobre historias no sólo como ejercicios visuales, sino también de forma artística, para convencer, educar, y hacer ver a la gente.” (Michán 2005)

Con casi cincuenta años de experiencia en la fotografía submarina, ha sido merecedor de importantes premios como el Sara Prize (1969), el Lowel Thomas Award del Explorers Club, y el Lennart Nilson Award (2001); además es miembro honorario de la Royal Photographic Society de Londres y pertenece al Diving Hall of Fame. Sus fotografías han sido compiladas en siete libros, los más recientes son First Face (Phaidon Publishers, 2003), The Kingdom of Coral: Australia’s Great Barrer Reef (National Geographic Books, 2002) y Water Light and Time (Phaidon Publishers, 1999; el cual se tradujo al español, como Luz de agua, en 2004) y se han montado exposiciones de su obra en diversos lugares del mundo.

Las pasiones de este fotógrafo son la majestuosidad que cobra la luz vista desde el paisaje submarino y la manera de capturarla (tal como se muestra en esta fotografía de la serie Human Elements). La belleza es imponente: desde el marco que proporciona la boca de la caverna y la espiral de burbujas que nos conduce directamente a la figura humana envuelta en un aura de luz, hasta las tonalidades en que ésta puede volcarse (en la fotografía están presentes los colores primarios y los secundarios, además del negro y el blanco).

Lo que Doubilet intenta cada vez que se sumerge, según él mismo lo manifiesta, es redefinir los límites técnicos y expresivos de la fotografía. Así ha viajado por todo el mundo, explorando áreas vírgenes, destacando su trabajo en las aguas heladas de Nueva Zelanda, Tasmania, Escocia, Japón, el noroeste del océano Atlántico y el noreste del Pacífico. Lo mismo ha capturado a tiburones blancos y barracudas que arrecifes de coral y naufragios.

En su serie Rays, ha retratado la danza de las mantarrayas tanto en aguas poco profundas como en oscuros abismos. En la foto anterior, el paralelismo y el ritmo que se observa entre el aletazo de las mantarrayas y el oleaje, y la simetría que se aprecia entre el cielo moteado y las sombras que dejan las rayas en la arena, generan una impresión de serenidad consumada en la luminosidad que busca resquicios entre las nubes para colarse.

En esta bella imagen se aprecia el contacto que puede tener el ser humano con las mantarrayas, a la vez que la majestuosidad que pueden alcanzar con sus alas extendidas comparado con el tamaño del buzo. Un delgado haz de luz es la única fuente de iluminación lo cual nos puede dar una idea de la profundidad a que la fotografía fue capturada. Dicho haz, proyectado en diagonal desde la parte superior izquierda pasa de largo por el cuerpo del buzo y va a caer sobre la raya que ocupa el lugar central, como si fuese ella la única destinataria merecedora de recibir los reflectores; si bien hay otras rayas, estas se perciben más como el volumen de la sombra que como personajes independientes.

A pesar de su larga trayectoria, prestigio y amor por la naturaleza, David Doubilet ha sido duramente criticado por grupos ecologistas quienes no le disculpan que no fotografíe el daño que ha causado en los ecosistemas marinos la intromisión del ser humano y diversas catástrofes ecológicas como derrames petroleros o encallamientos. De todo esto se desmarca alegando que su postura es profundamente ecológica, puesto que la concientización sólo se logrará a partir de demostrar que los lugares más bellos y misteriosos de nuestro planeta se encuentran en el fondo del mar. A las preguntas ¿por qué salvaguardar un ecosistema y luchar por la preservación del tiburón blanco, por ejemplo?, él responde “Porque es hermoso. Lo que separa al ser humano del resto de los animales es que tenemos ese aprecio tan extraordinario por la belleza.” Tampoco le preocupa que su trabajo genere turismo; al contrario cree que el ecoturismo, en la medida en que pueda sustituir la derrama económica de la caza furtiva, será una arma importantísima para defender la naturaleza.

Su serie Human Elements retrata precisamente la coexistencia entre el paisaje marino y el ser humano, siempre y cuando este último mantenga una relación respetuosa. La imagen de la izquierda demuestra lo ínfimo que es el hombre ante la naturaleza (en cualquier momento el buzo puede ser engullido por esa garganta), a la vez que expresa lo misterioso y desconocido que es el fondo del mar. En la foto de la derecha, la jerarquización parece invertirse, la fragilidad está de lado de la naturaleza que en este caso es juguetona y amigable, esperando el mismo trato.















Para mayores referencias se puede visitar:

Página de David Doubilet, http://www.daviddoubilet.com

Michán, Miguel (2005), “Los fotógrafos de National Geographic”, Backfocus,http://www.backfocus.info/david_doubilet?PHPSESSID=3ce7ae9b24c0b28036b237b0c8be3660

domingo, 2 de marzo de 2008

Alicia en el país de las pesadillas



En el país de las pesadillas, la pobre Alicia
no tuvo ocasión de experimentar con su lógica:
empequeñeció realmente al disminuir de tamaño
La espantosa reina de corazones era allí un cero a la izquierda
el terror, la otra cara de la apatía
embotaba el ingenio en lugar de constituirlo
y, a sus espaldas, un espejo roto por el que era imposible regresar, la abandonaba a siete años de mala suerte
en el mundo del divorcio de la poesía y del absurdo
(porque hay delirios prosaicos).


La niña, que por su nueva situación no lo era, llegó a una madurez precoz
pues hasta ahora no había visto los barrios pobres de Londres
de los comienzos de la era industrial, ni los prostíbulos ni los hospitales en que hacen cola
los agonizantes
Eso y otras insuficiencias londinenses fue lo que vio ahora en un país subdesarrollado
y salvadores de salvadores de la patria, inútiles como el rey
o fascinados como la reina por la decapitación
Charcos de sangre en lugar de rosas pintadas de rojo.
Escribió un diario del que fue despojada cuando la arrastraron a la violencia
a la tortura.








Enrique Lihn (1929-1988),
uno de los poetas que más influencia
ejerce en las nuevas voces de su país, Chile.

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